6 de diciembre de 2009
Vatel
29 de noviembre de 2009
El oso. Historia de un rey destronado.

Pastoureau, Michel: El oso. Historia de un rey destronado, editorial Paidos, Madrid, 2007.
Recomendación....
11 de noviembre de 2009
Frases que han hecho Historia.
FUENTE:
FRISAS, Carlos: Frases que han hecho Historia, Ed. Planeta, Colección Memoria de la Historia, Barcelona, 1991.
9 de noviembre de 2009
André Le Nôtre, el jardinero de Luis XIV



29 de octubre de 2009
Lully, un músico italiano en la Corte de Luis XIV


En 1662 fue nombrado director musical de la familia real. Luis XIV no quería oir otra música más que la suya, y el brillante éxito que sus composiciones obtenían era para él una fuente inagotable de favores y gracias. Compuso ballets como "Alcidiana" y en colaboración con Moliére compuso una serie de ballets cómicos como "Les fâcheux", "Le marriage forcé" y "Le bourgeois gentilhomme". En estos años, Lully se había convertido en ciudadano francés bajo el nombre de Jean Baptiste Lully.
A partir de 1672, Lully, utilizando la pasión de la nobleza francesa por los espectáculos de ballets, se dedicó a componer óperas con textos en francés pero en un estilo más llano que los italianos y con abundantes escenas corales y de bailes. Mediante intrigas consiguió una patente para establecer en París una Academia de la música, pues esta ya había sido concedida a Perri y a Cambert en 1669 pero debido a una mala administración, Perri se arruinó y vendió sus derechos a Lully. Sería a partir de entonces, cuando Lully se dedique únicamente a escribir óperas y en muchas de las cuales se sirvió de poeta Phillipe Quinault. Bajo su dirección la ópera se convirtió en un teatro de primer orden.
Murió en 1687 en París, a consecuencia de una herida que se hizo en el pie con su bastón de director de orquesta, una pesada barra de hierro que servía para llevar el compás golpeando el suelo con ella; esto le provocó una infección que acabó lentamente con su vida.
Con respecto a su personalidad se le consideraba como adulador, cruel y brutal con los demás. Era envidioso y persiguió a todos los artistas que podían disputarle el favor de que gozaba en la corte. Era un tirano con sus actores y músicos de su orquesta e incluso había momentos en que no respetaba ni al rey, y a este respecto se cuenta que un día Luis XIV, cansado de los largos preparativos de un festival, envió a decir a Lully que se aburría a lo que el compositor respondió: "El rey es el amo; puede aburrirse tanto como plazca". Era ingrato con sus mejores amigos como Moliére, con quien perdió la amistad.
La importancia de Lully en la música se debe a las mejoras que impuso. Con la ópera francesa abandonó el recitativo secco y lo sustituyó por un recitativo con acompañamiento artístico, resaltó el drama y eliminó todo lo que había de excesivo en el desarrollo de la melodía. En los ballets introdujo danzas más rápidas y también estableció la forma de obertura francesa.
FUENTE:
Poca bibliografía puedo daros ya que ni yo misma he podido encontrar nada. Esta vez mi fuente ha sido una enciclopedia general y luego una Enciclopedia Salvat de los Grandes Compositores. Cabe decir que en la enciclpedia enumera una bibliografía:
Ecorcheville: Lully, gentilhomme et sa descendance (1911).
Le Presvot d´Exmes: Lully musicien.
Pougin: L´Opera française sous le règne de Lully (1885-86).
Radet: Lully homme d´affaires, propriétaire et musicien (1891).
Es todo en francés pero quién sienta más curiosidad puede consultarlas, aunque por las fechas quizás sean un poco anticuadas. También podeis consultar la siguiente página web: http://lully.ifrance.com/ En ella encontrareis una biografía, datos del contexto históricos, lo que era el ballets en francia, también datos sobre los libretistas, libretos, lo que eran los ballets cómicos, etc. En definitiva una serie de datos curiosos que para quien le guste el tema y se maneje con el francés puede ser muy productivo. Por último os dejo el tráiler de "Le roi danse".
Dedicado a Ramón por recomendarme esta película y molestarse en que la viera.
24 de octubre de 2009
La Joven de la Perla


22 de octubre de 2009
El nazismo en las películas Disney.
Como puede verse, y no hay que ser adivino, todo ello es una propaganda americana anti-nazi con un gran trasfondo, pero vuelvo a insistir, tras toda esa crítica había una gran realidad, una triste realidad, y es que el nazismo fue una verdadera fábrica de niños con unas ideas totalmente radicales, pues en el colegio no se respiraba más que nazismo.
12 de octubre de 2009
Kamikazes: Origen y resultado.

El origen de estos ataques estaba en la 1ª Flota Aérea Naval que había sido diezmada anteriormente. Cuando Onishi comprobó la penuria de medios y la falta de preparación de los pilotos de esta flota, decidió poner en prácticas dichas técnicas, obviamente su plan fue rechazado, pero tras obtener la autorización del comandanta en jefe de la Flota Combinada, Onishi se desplazó para entrevistarse con los mandos de una de sus unidades, el grupo aéreo 201 con base en Mabacalat, cerca de Manila. Allí, ante la ausencia causal de sus jefes, mantuvo una reunión con su jefe accidental- Asaichi Tamai- quien reunió a los jóvenes pilotos. A éstos se les expuso lo desesperado de la situación, la superioridad de los Hellcat y Corsair, la imposibilidad de hacer frente a la 5ª Flota USA, lo crucial que era la defensa de las Filipinas cuya caída supondría la pérdida de la guerra, la falta de medios y de tiempo para preparar tripulaciones que pudiera formar un grupo aéreo capaz de efectuar ataques decisivos contra los buques norteamericanos…Tras esta exposición, se le hace una propuesta a los inexpertos pilotos: un reducido grupo de hombres decididos podía superar todos esos obstáculos estrellándose con su avión cargado de bombas contra los buques enemigos. Apenas se necesitarían una decena de hombres. Si se aceptaba la propuesta ya no sería preciso el largo aprendizaje pues bastaría volar a una gran altura y lanzarse en un largo picado de 45º sobre el buque enemigo. Como se puede suponer, el piloto perdería la vida, pero había sacrificado su existencia por un bien mayor: salvar a Japón de una terrible derrota. Para ello, Onishi, pedía voluntarios. Aquel que quisiera inmolarse por su patria debía facilitar de forma anónima su nombre: todos los presentes a la reunión, 23, se presentaron voluntarios para formar la primera unidad, naciendo así el primer grupo de ataque Kamikaze[1] cuyos miembros adoptaron signos identificativos procedentes de la tradición medieval como el pañuelo blanco con el que los samurái se cubrían la frente para evitar que el sudor cegara sus ojos: el hachimaki.
Inicialmente se formaron cuatro grupos compuestos por cinco aviones tipo Zero. A cada grupo se le asignó un nombre poético: shikishima (Japón), Yamato (nombre antiguo de Japón), Asahi (sol de la montaña), y Yamazakura (flor de cerezo). Su primera misión tuvo lugar el 21 de octubre. Sin embargo, la misión tuvo que cancelarse por el mal tiempo. Pocos días después el comandante Tadashi Nakajima ya había organizado el segundo grupo en Cebú donde obtuvo la adhesión para el cuerpo Kamikaze de los 18 pilotos útiles de esa base. El ataque al Santee fue la primera oportunidad que se presentó y correspondió a la unidad de kikushi. Ese mismo día los ya acribillado portaaviones de Clifton Sprague soportaron el segundo ataque kamikaze. El St Lo fue la primera víctima de este tipo de ataques, en este caso, de la unidad Shikishima dirigida por el teniente Seki. Tras este éxito, loas que antes rechazaron este tipo de prácticas, lo aceptaron, de esta manera se formó con los restos de la 1ª y 2ª Flota Aérea una unidad especial de ataque, la Fuerza Aérea Combinada, bajo el mando de Fukudome y con Onishi como su Jefe de Estado Mayor. Obviamente, este éxito también hizo que el número de voluntarios para ingresar en los grupos Kamikaze creciera y el ataque suicida se adoptó tanto por el alto mando de la Flota Combinada como por el Ejército.
A pesar de los éxitos conseguidos durante la guerra, los ataques Kamikazes resultaron mucho menos eficaces de lo que esperaban los japoneses, principalmente porque al padecer el piloto suicida no se extraían experiencias útiles para siguientes ataques y, por tanto, los errores tácticos efectuados en la aproximación no sólo no podían ser corregidos, sino que la experiencia tampoco podía ser de utilidad para otros pilotos ni para que los mandos pudieran plantearse de la conveniencia de modificar los métodos adoptados. Otro fallo radicaba en el hecho de querer atacar buques de guerra. Éstas eran naves muy resistentes y, además, fuertemente defendidos por su propia artillería antiaérea, por lo que, aún superados esas temibles barreras antiaéreas, el impacto de su aparato era escasamente efectivo.
Los daños causados por un Kamikaze dependían, además del punto y ángulo de incidencia, del tamaño y características de la bomba transportada y de la masa y velocidad del avión. A esto se deben añadir los incendios causados por el combustible del propio avión y las posibles explosiones del material bélico del buque blanco. Cuando alcanzaban un buque no blindado, la bomba e incluso el motor del avión podía traspasar el casco o las cubiertas y causar daños muy graves. En el caso de los portaaviones, eran peligrosísimos los incendios y las explosiones de los combustibles y bombas de sus propios aviones. En cambio, no debe resultar extraño que los kamikazes fueran relativamente poco peligrosos para buques de guerras blindados y fuertemente defendidos.
También existía un importante problema de identificación. A lo largo de la guerra se puso de manifiesto la facilidad en confundir tipos de barcos de guerra. Por ello, no es extraño que, en sus ansias por sacrificarse por el emperador, los kamikazes se emplearan pródigamente contra destructores que eran los primeros barcos enemigos relativamente grandes que veían. En cambio, los cargueros fueron menos atacados y eso que su destrucción era lo que más podía contribuir a la paralización de la ofensiva de los marines.

En definitiva, en los diez meses en que operaron los grupos kamikaze no consiguieron hundir ningún acorazado, portaaviones de escuadra o crucero a pesar del sacrificio de miles de hombres y máquinas.
Sin embargo, el mero hecho de que estos hombres sacrificaran su vida, hizo que los kamikaze destacaran en la historia militar. Obviamente a estos hombres les movía el fanatismo alimentado por una propaganda militarista, aunque también influyeron sentimientos tales como vengar a sus compañeros caídos, defender al emperador o tratar de garantizar que su muerte tuviera alguna utilidad militar. Pero, sobre todo, les movía los principios derivados de la tradición japonesa de los samurái por la que el mayor honor de un soldado era morir por el emperador y en el que la rendición no se aceptaba.
[1] En recuerdo del “Viento Divino”, el Kamikaze, tempestad que, casi milagrosamente, salvó a Japón de una gran derrota frente a la flota del emperador mongol Kubilai Khan en 1281, dispersando y destruyendo los barcos con los que se disponía a invadir su territorio.
7 de octubre de 2009
Ubi Sunt? en la red.
5 de octubre de 2009
Historia en el Cómic.

25 de septiembre de 2009
Héroes y Villanos en la Historia

23 de septiembre de 2009
Felipe II, la personalidad del rey en cuyo imperio no se ponía el sol.
Se sabe que físicamente era un hombre débil y propenso a enfermedades, ya Gregorio Marañón diría de Felipe II que era un hombre “débil con poder”[1], obviamente esta debilidad física no era culpa suya, o al menos no es su mayoría, y es que la naturaleza física depende de los padres y abuelos y en lo que a este tema respecta, Felipe II no podía pedir más, pues era hijo de padres primos hermanos, nieto de una loca (Juana) y hermano carnal de dos epilépticos. También poseía un carácter taciturno y triste, frente a hombres de su edad que solían poseer alegría, por el contrario era un hombre infatigable en el trabajo, era rey por derecho pero también de hecho, para él su profesión era ser rey y a ello se dedicaba de manera tenaz. Su fortaleza de espíritu le permitió superar cualquier debilidad física y como hombre destinado a ser rey recibió una educación acorde con ella, aunque fue una educación muy descuidada, pues a los siete años el futuro rey no sabía ni leer ni escribir, mientras que a los tres ya le habían enseñado a cazar[2]. A pesar de los educadores que pudiera tener (Juan Martínez Silíceo o Juan Ginés de Sepúlveda), su principal educador fue su padre, el emperador Carlos V a través de las Advertencias o Instrucciones que éste le mandaba en una copiosa correspondencia. Estos consejos o instrucciones penetraron en Felipe II, destacando el de la suspicacia y el de la desconfianza de los hombres, esto último se demuestra con el hecho de que fuera él personalmente quien revisara cada documento o que utilizara “espías” para que vigilara a sus hombres de “confianza”. Sin embargo, no todos los consejos fueron seguidos por el futuro rey y desoyó uno de los consejos que con más insistencia le transmitía el padre: el de conocer cada uno de los países que iba a reinar, al menos conocer su idioma. Sin duda alguna, Carlos V conocía las consecuencia negativas que podía tener no conocer el idioma del país que iba a reinar y, por ello insistió tanto en que su hijo Felipe se esforzara en ello, pero éste no logró aprender ningún idioma de los países que formaban parte de su dominio, de hecho sólo manejó con gran soltura el latín. Tampoco se molestó en ir a los países que reinaba, de hecho solo en dos ocasiones salió de España, una de ellas para viajar junto a su padre y la segunda para ir a Inglaterra para casarse con María Tudor. Pese a su precaria o descuidada educación política, ya desde niño se veía que Felipe era un hombre de estado y es por eso que, con tan sólo 16 años su padre le confió el gobierno de España mientras estaba ausente[3].
Era un hombre silencioso y grave, en la vida pública poseía dominio de sí mismo y el poder de disimularlo y de vencer el dolor físico y los sentimientos espontáneos que le acompañaron toda su vida. Temía parecer débil y es por ello que no cambiaba de opinión en público, ya que una vez que había tomado una decisión rara vez lograba nadie hacerla cambiar. Poseía una gran sencillez, fruto de su carácter y los rígidos principios que poseía, extremaba la sobriedad en la mesa, mostraba repugnancia a las diversiones tumultuosas como las corridas de toro o el teatro. En cambio prefería los espectáculos que ofrecía el Santo Oficio, presidió personalmente cinco autos de fe y lamentaba no poder asistir a más. Esa sobriedad y modestia le acompañaron también en el vestir. Estos “defectos” generaron un sentimiento de antipatía entre muchos de los que le rodeaban. Al contrario que su padre, amaba la vida sedentaria, era un hombre de gabinete y la vida doméstica reglamentada y tranquila. Poseía falta de espíritu bélico, cualidad que sí poseía su hermano bastardo Juan de Austria a quien amó y envidió con la misma fuerza. Felipe II rehuyó la guerra cuanto pudo y no participó personalmente en ninguna, aún así no la consideró como algo reprochable ya que la provocó siempre y cuando la consideró necesaria.
Como rey absoluto fue enemigo de las autonomías, imponía su dominio y su criterio. Cuidó su patrimonio como un regalo heredado no sólo de su padre, sino también de sus abuelos y de sus bisabuelos, y la guerra fue el mejor medio para conservarlo. No sólo logró conservarlo, sino también lo acrecentó –incorporación de Portugal-. Sin embargo, los historiadores han observado que carecía de un proyecto, de una serie de objetivos fijos para su política exterior, y aunque era muy difícil tener objetivos en la política del siglo XVI, Felipe II alcanzó menos de sus objetivos que la mayoría, ya que fueron más numerosas las derrotas que las victorias[4]. En el gobierno siguió el consejo de su padre, desconfió de sus hombres y evitó caer en el favoritismo, le gustaba oír las opiniones de los hombres que le rodeaban pero se guardaba celosamente cualquier resolución. Sin embargo, el hecho de que le gustara rodearse de varios secretarios hizo que la burocracia fuera muy lenta y que las decisiones no se tomaran cuando se tenía que tomar.
Desde el punto de vista espiritual, Felipe II era un hombre excesivamente religioso, ya que su padre le había aconsejado tener a la religión como base para la política. Sin embargo, fue siempre un impedimento pues por ese motivo se negaba a negociar con herejes o tratar con rebeldes, lo que podía dar como resultado una victoria total o bien una derrota. Por otro lado fue un modelo de cristiano en lo más difícil y agrio que tiene para la naturaleza humano la práctica de los sacrificios. Practicó de forma rigurosa la caridad y poseía una sentimentalidad natural que se expresó en sus relaciones matrimoniales, paternales, y aún en las oficiales de su gobierno. Felipe fue muy cariñoso y atento con sus esposas e hijos, hecho que se demuestra en las cartas que enviaba a sus hijas. En esas cartas se manifiesta que las añoraba, pero también da a conocer detalles tan curiosos como que le gustaba oír el canto de los pájaros o las bromas de los bufones, detalles que mostraban el lado más humano del monarca. Era un hombre amado por sus mujeres, sus hijos, sus amigos íntimos e incluso por sus servidores, a pesar de que para el resto de sus contemporáneos fuera antipático. A pesar de todo, y aunque estas cartas reflejan su lado humano, también reflejan su mediocridad, el mismo Gregorio Marañón diría que las cartas parecían escritas por “un niño bueno pero no muy inteligente”[5].
Por último, cabe señalar como aspecto de su personalidad lo que algunos autores han señalado: su inclinación al esoterismo. Al parecer las primeras pruebas de las incursiones de Felipe II hacia lo más o menos oculto fue durante su estancia en Inglaterra donde se ha llegado a saber que se hizo trazar un horóscopo por John Dee, astrólogo oficial de la corte inglesa. También algunos testimonios de la época relataron al amor del monarca por la Alquimia y en su biblioteca personal se podía encontrar libros de toda clase entre los que destaca los del beato mallorquín Ramón Llul.
[1] Esta expresión no sólo hace referencia a su físico sino también a su personalidad.
[2] PARKER, GEOFFREY: Felipe II, Alizanza Editorial, Madrid, 2004 . P. 23.
[3] ALTAMIRA, RAFAEL: Felipe II, hombre de estado. Fundación Rafael Altamira, Alicante. 1997. P. 75.
[4] PARKER, GEOFFREY: Op. Cit. Pp 247-248.
[5] MARAÑÓN, GREGORIO: Antonio Pérez. El hombre, el drama, la época, Espasa-Calpe, Madrid, 1997. P. 326.
[6] G. ATIENZA, JUAN: La Cara Oculta de Felipe II. Ediciones Martínez Roca, Barcelona 1998. Pp. 27-34.
FUENTE:
ALTAMIRA, RAFAEL: Felipe II, hombre de estado. Fundación Rafael Altamira, Alicante, 1997.
G. ATIENZA, JUAN: La cara oculta de Felipe II. Alquimia y magia en la España del Imperio. Ediciones Martínez Roza, Barcelona, 1998.
PARKER, GEOFFREY: Felipe II. Alianza Editorial, Madrid, 2004.
15 de septiembre de 2009
Historia en la Poesía
8 de septiembre de 2009
La esclavitud en Roma

