10 de abril de 2009

La Vida en alta mar: Preparación del viaje.

Casi todas mis entradas parte de una lectura previa sobre un tema o de algo que me ha interesado desde siempre, como ocurría con el personaje de Sissi Emperatriz. Hoy es una de estas entrada sobre un tema que siempre me ha apasionado y sobre el que leí un libro el año pasado. Así que lo aquí expuesto procede de las notas que obtuve de ese libro. Disfruténlo.

La vida en alta mar nunca ha sido fácil, yo no la he experimentado, pero basta ver el desgate de las personas que sí lo han vivido para saber que no se trata de una diversión. Si hoy día no es fácil imagínense en el siglo XVI donde ni siquiera la vida en tierra o suelo firme era fácil para la gran mayoría de las personas que vivieron en dicha centuria. Concretamente voy a hablarles de lo que suponía el paso del Atlántico. Con el descubrimiento de América el paso del Atlántico suponía un viaje casi obligado para todos aquellos que les movía la curiosidad por el Nuevo Mundo, la investigación científica o simplemente la ambición de una nueva vida y mejor. Casi todos los que se animaban a hacer este viaje eran o bien frailes (hay que difundir la palabra de Dios a los salvajes indios), soldados, colonos, funcionarios y, por supuesto, comerciantes.

Lo primero que debía de hacer una persona que deseaba viajar a las ansiadas indias era desplazarse desde su lugar de destino, imaginemos Galicia, hasta Sevilla donde estaba el puerto oficial del monopolio indiano. Generalmente, este viaje se hacía a pie, o bien si se diponía de capacidad adquisitiva, en carros. De una forma u otra el viaje era un suplicio por el mal estado de los caminos.

Una vez llegado a Sevilla, el viajante, debía de tener una serie de permisos o documentos legales expedía la Casa de Contratación. Éstos documentos eran los siguientes:
--> Instancia dirigida al rey con datos personales: origen, edad, estado civil, etc.
--> Certificación de limpieza de sangre para que se tuviera constancia de que no fuera moro, judío, ni mestizo, ni mulatos, ni negro.
--> Partida de bautismo.
--> Autorización de los ascendentes como tutores. esposa, hermanos, etc. En caso de varones casados que marchan solos a América, la esposa le da la autorización por solo tres años, en caso de que fuera a quedarse más debía renovar dicha autorización.
--> Una carta-reclamo donde el viajante demostraba que contaba con familia o amigo en el otro mundo que le iba a facilitar la vida allí.
Estos permisos eran personales, intrasferibles, válido para dos años. A pesar de todo había mucha gente que viajaba sin licencia lo que era duramente castigado.

Una vez lograda las licencias el pasajero debía negociar el pago del pasaje. Las tarifas para los pasajeros no estaban reglamentadas pero sí las mercancias. En el siglo XVI se impone el impuesto de Avería que para los pasajeros eran 20 ducados. Y Felipe II en sus leyes especificó que a los religiosos se le cubrían todos los gastos (no olvidemos que uno de los objetivos de la colonización de América, aparte de la explotación, era la evangelización). Los pasajeros, además, debían aprovisionarse para el viaje, eso no era un crucero con comida incluida, sino que el pasajero debía buscarse un poco la vida. Por ello debía llevar todo lo que necesitaban para su persona, salvo el agua que lo proveía el barco. Generalmente, los pasajeros se proveían en Sevilla (este hecho daría pie a hablar de otro tema interesante como es la especulación de los precios cuando la flota de indias iba a zarpar) y en esas provisiones (y gracias a las listas que se conservan en el Archivo de indias) constaban de: bizcocho, vino, puerco, pescado salado, vacas, habas, gisantes, arroz, queso, aceite, vinagre y ajo. Obviamente un pasajero no llevaba todo esto, estamos hablando en general. Los días de fiesta religiosa o los domingos y los jueves no vigilia la tripulación comía carne de vaca y un día a la semana se le daba puerco y queso. El promedio de las calorías era de 3.638 por día y en las provisiones solía faltar frutas y vegetales (se creer que era porque no eran muy apreciados). Además se debía incluir muchas vasijas de cobre, cántaros, sartenes, etc. Es decir, lo necesario para preparar los alimentos. Para dormir, además, se llevaban frazadas, almohadas, y colchón. Por último, el ritual de despedida: limpar el alma y el cuerpo antes de marchara, pues nunca se sabe que puede pasar en el mar.






Foto: Sevilla siglo XVI.




2 comentarios:

  1. Necesito hacer un trabajo de este tema, me puedes proporcionar el titulo del libro por favor?

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  2. Martínez, J.L.: Pasajeros a indias. Viajes trasantlánticos en el siglo XVI.

    Ahí tienes el título del libro.

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