30 de noviembre de 2013

La imaginación materna en el siglo XVIII. Malebranche y su teoría sobre las semejanzas.

Nicholas Malebranche

Ya he explicado en una entrada posterior como en el siglo XVIII se produce una re-evaluaión de la teoría imaginacionista en Inglaterra, y que concluyó con la disputa de Tuner y Blondel. También la Ilustración francesa vio nacer una doctrina de la imaginación maternal con implicación en todos los órdenes del espectro académico y social. Esta creencia se había popularizado a partir de 1670 a través de tratados populares de obstetricia y manuales de educación social tales como el anónimo Aristotle's Masteriece o el Tableau de l'amour conjugal de Nicolás Venette. Ambos dedicaron diversos capítulos a discutir la imaginación y sus efectos.

Al contrario de lo que ocurrió en Inglaterra, la recuperación de la teoría de la imaginación maternal en Francia no se debió al hecho de que fuera una explicación psicofísica del origen de la deformidad física, sino porque con ella era posible explicar la innegable semejanza que los hijos presentaban con respecto a sus padres. En este sentido, la imaginación maternal adquirió por primera vez un cierto carácter normativo y desligado parcialmente de la teratología. 

Una de las principales figuras en este enfoque de la teoría de la imaginación materna fue, sin duda, Nicholas Malebranche (1638-1715) quien, inspirado tal vez en algunos textos de Ambroise Paré, discutió los efectos de la imaginación maternal en el libro II de su Recherche de la vérité (1674-75). Para Malebranche la imaginación maternal podía explicar, por ejemplo, porqué una yegua no engendraba una ternera o porqué una gallina no podía poner un huevo que contuviera una perdiz. Para este autor, que usó como base la teoría pre-existencialista, el hecho de que los niños ya se encontraran formados por Dios, la imaginación resutaba inevitable para garantizar que éste tuviera algún parecido con la madre o para que fuera de su misma especie. De esta manera, Nicholas Malebranche fue uno de los primeros en ofrecer una formulación de la teoría de la pre-existencia embrionaria así como en explicar los fenómenos de similaridad y disimilaridad entre hijos y ancestros por medio de la imaginación maternal (al contrario que Blondel quien uso precisamente esta teoría para rechazar la teoría de la imaginación materna). El origen de la teoría de este autor se encontraba en la propia circulación de la sangre que era capaz de transportar la parte más sutil de la misma, convirtiéndose de esta manera en el vehículo de transmisión de todos nuestros sentimientos, pensamientos e ideas. La consaguineidad funcional, según el autor, garantizaba que las pasiones, los sentimientos y los pensamientos que se ocasionaban en el cuerpo fueran comunes a la madre y al niño.

El libro de Malebranche se reeditó repetidas veces durante el siglo XVIII y constituye el momento de formulación estricta de la doctrina de la imaginación maternal como una cláusula fija de la doctrina de la pre-existencia. La imaginación maternal permitía explicar las relaciones de parentesco, los fenómenos de hibridación y los nacimientos monstruosos sin tener que modificar una doctrina embriológica que sobrepasaba, con creces, los puntos de vista aristotélicos sobre la generación, el orden y la continuidad. No obstante, esta teoría presentaba ciertos problemas epistemológicos: En primer lugar, se explicaba el porqué pero no el cómo. En segundo lugar se reflexionó sobre el hecho de que si la influencia de la imaginación materna era algo que solo se producía en el ser humano o bien había que extenderlo a todos los seres vivos. Aceptar lo primero era aceptar que la naturaleza no actuaba según patrones regulares, y que la explicación de la monstruosidad humana no se aplicaba al conjunto de  la creación. Aceptar lo segundo consistía en admitir que no sólo los animales podían modificar el feto por el poder de su imaginación, sino también los vegetales. Lo que llevó a la creación o a la creencia en la una existencia de una gradación de las almas, en la que el alma del hombre sería un poco más excelente que la del animal. Y en tercer lugar está el problema de la paradoja, pues si bien estamos en un periodo en el que se negaba la existencia de los monstruos imaginarios, por otro lado se rescataba entre la cultura popular la creencia que apuntaba a la imaginación como causa inmediata de los monstruos verdaderos. O lo que es igual: al tiempo que se pretendía que los monstruos «falsos» eran producto de la imaginación, se insistía en que los «reales» eran también producto de una imaginación diferente. En un exceso de sofisticación teórica, los imaginacionistas tuvieron que explicar, a medida que la investigación anatómica se extendía a las malformaciones internas, qué objeto podría haber actuado sobre la imaginación de la madre para que el niño presentara una quinta cavidad ventricular, dos venas aortas o una doble matriz.

De las dificultades meramente epistemológicas que hemos citado más arriba no se siguió, sin embargo, que la doctrina de la imaginación maternal fuera universalmente repudiada. Parecía posible, por tanto, negar parte del razonamiento malebranchista sin tener que discutir el conjunto de sus presuposiciones. Algunos autores tales como Albrecht von Haller, quien había negado en rotundo la influencia de la imaginación materna, concedía que había niños que sufrían toda su vida de convulsiones porque su madre las había recibido durante su embarazo. Asimismo, la teoría imaginacionista se convirtió en una herramienta para defender la continuidad de  prexistencialismo defendiendo de que no solo el feto, sino además las ideas eran esencialmente "innatas", y no sólo eso sino que además la influencia de la imaginación manterna sirvió para resolver algunos problemas teológicos, por ejemplo, el de eximir a Dios de cualquier responsabilidad en la producción de monstruos (al ser el feto ya creado a imagen y semejanza de Dios, sin la teoría de la imaginación, era el propio Dios quien creaba al monstruo, con la teoría de la imaginación ya no era Dios quien lo creaba sino los accidentes producidos por la imaginación). 
Fuente:

Moscoso, Javier: “Los efectos de la imaginación: medicina, ciencia y sociedad en el siglo XVIII” en Asclepio, Vol. 53, Fasc 1, 2001, pp. 141-172. 

29 de noviembre de 2013

Iasi, "La ciudad de los grandes amores"

Detalle Jardín Botánico

Durante los pasados veinte días he pasado unas agradables vacaciones en Rumanía, concretamente en la ciudad de Iasi, y por ello me gustaría compartirlo con aquellos que se acercan a este mini-rinconcito de Internet. 

No es mucho lo que yo conocía de Rumanía expecto lo típico tal como Vlad Tepes que inspiró a Bram Stoker para escribir "Drácula", o la gran presencia de gitanos en el mismo. Poco o nada sabía de su historia, no obstante Rumanía puede presumir de haber sido el primer lugar donde habitaron los Homo Sapiens hace 42000 años, así como poseer el idioma más cercano al latín. Yo he tenido la suerte de pasar veinte días en la ciudad de Iasi, una ciudad situada al nordeste del país y que fue capital del Reino de Rumanía al principio del siglo XX cuando se produjo la unificación de las regiones gracias a Alexandru Ioan Cuza. Hoy día es una de las principales ciudades de Rumanía debido a su actividad económica, social y cultural. 

A primera vista, para los que venimos del oeste, una ciudad como Iasi puede impresionar especialmente por el descuido general que se ve. Los edificios muestran un claro desgaste, las calles necesitan un buen retoque, y sobre la cabeza hay una gran cantidad de cables... No obstante, teniendo en cuenta la historia del país te das cuenta que no es más que la consecuencia de todo lo que ha pasado y que aún sigue arrastrando todo ese atraso que supuso el régimen comunista, al igual que España sigue arrastrando los años de dictadura. Esto no quiere decir que la gente de Rumanía no viva bien, no nos equivoquemos. Existe una gran actividad económica en Isai, como muestra los dos enormes centros comerciales que se han construido recientemente y que siempre está lleno de gente, pero la vida en Rumanía es diferente. Los salarios son bajos (una profesora, por ejemplo, gana de media unos 250 euros) y los precios están al mismo nivel que en el resto de Europa y en ocasiones se vive o sobrevive gracias a productos orgánicos que la propia familia cultiva. Aún así la vida en Iasi no es diferente a la vida en España, es más, me atrevería a decir que es mejor.

Para los que nos gusta la historia y las visitas culturales quizás hay un par de cosas que podríais ver:

1- Palacio de la Cultura (Palatul Culturii). Al final del Bulevar de Stefan Cel Mare se encuentra este enorme palacio (que parece sacado de uno de los cuentos de princesas Disney) construido a principios del siglo XX sobre las viejas ruinas del palacio de la Corte Real de Moldavia del siglo XV. Es un complejo donde se encuentran cuatro museos tales como el Museo de Arte, Museo de Historia, Museo de Etnografía y Museo de Ciencia y Tecnología. Desafortunadamente ahora se encuentra cerrado debido a las obras de restauración que se están llevando a cabo. Una alternativa es pasear por los jardines que rodean al palacio o bien por el enorme centro comercial que hay justo en frente. 

Palacio de la Cultura desde Palas Mall.

2. Catedral Ortodoxa. Situada en el Bulevar Stefan Cel Mare, la catedral Ortofoxa de Iasi es la iglesia ortodoxa más grande de Rumanía. Data de principios del siglo XIX, desafortunadamente, al igual que el palacio, está en restauración y no se puede apreciar el estilo renacentista de la misma. 

De fondo la catedral Ortodoxa de Iasi. 

3. Casa Dofostei. Dimitrie Barilă, mejor conocido como Dofostei, fue un poeta y traductor Moldavo. Gracias a él se tradujeron importantes poemas al rumano. Su casa, hoy museo, contiene interesantes manuscritos. 


Casa Dofostei

4. Monasterio Golia. Situado en una de las zonas más alta de Iasi encontramos este monasterio amurallado del siglo XVII. La iglesia del interior fue erigida en el siglo XVI gracias al boyardo Ioan Golia (de ahí el nombre) y, posteriormente, el príncipe Vasile Lupu construyó lo que es el recinto en sí. La torre de la entrada, con 120 escalones, es uno de los símbolos de Iasi. En el interior encontramos una especie de altar de madera del siglo XVIII.

Iglesia del interior del Monasterio

5. Museo de la Unión o Palacio Cuza. Lugar de residencia del Príncipe Alexandru Ioan Cuza durante 1859-1862 y a principios del siglo XX. Un palacio magníficamente conservado con todo tipo de detalle, una pena que no se permitan fotografías. Creo que es un museo desconocido por los propios habitantes de Iasi porque cuando lo visité estaba completamente vacío e iban encenciendo las luces a medida que iba pasando de sala en sala. Pero recomiendo visitarlo ya que está maravillosamente bien cuidado. 

Museo de la Unión.


Para mí este es el top cinco si visitas Iasi, pero cabría mencionar varios lugares interesantes. En primer lugar, y si el tiempo acompaña, recomiendo un paseo por los bulevares tales como Stefan Cel Mare donde podéis ver, además de la catedral, la Iglesia de los tres jerarcas, el palacio Roznovanu -ayuntamiento- o el Teatro Nacional Vasile Alecsandri. En segundo lugar, y también si el tiempo acompaña, un paseo por la Plaza de la Unión por donde llegaréis al Museo de la Unión y donde veréis una estatua de Alexandru Ioan Cuza así como el Hotel Traian que fue diseñado por Eiffiel. Y, por último, y de nuevo con el tiempo a nuestro favor, un paseo por el Bulevar Copou donde podéis ver los edificios de la Universidad de Iasi, el edificio del Instituto Francés y si sois valiente y os gusta andar, podréis ver la zona militar y al final el Jardín Botánico que es muy bonito para pasar el día, siempre y cuando sea soleado y calorcito porque con el frío no se disfruta igual. Al final del Jardín Botánico, muy escondido, hay una pequeña Iglesia Ortodoxa y un cementerio que merece la pena ver. 

En definitiva, Iasi es una ciudad preciosa. Una ciudad que tiene un halo de romanticismo gracias a esa decadencia. El cableado, los viejos tranvías, los edificios antiguos y los bulevares dan a la ciudad cierto encanto que es difícil de olvidar. 

6 de noviembre de 2013

La imaginación materna en el siglo XVIII. La discusión entre Blodel y Turner.

Los monstruos con excesivo pelo (hirtusismo) siempre eran explicados como efectos del poder de la imaginación materna. Imagen extraída de la obra de Ambroise Paré, Monstruos y prodigios. 

La imaginación maternal, o la creencia según la cual la imaginación o los deseos de la madre pueden considerarse responsables de ciertas modificaciones o alteraciones del desarrollo natural del feto, no surgió ni mucho menos en la modernidad. Tanto Aristóteles como Hipócrates ya la habían mencionado para explicar las marcas de nacimiento —los antojos no satisfechos— así como las generaciones monstruosas. Fue también en esa vena de explicación patológica en la que la misma idea perduró durante toda la Edad Media y fue recogida en los grandes tratados teratológicos del Renacimiento hasta su abandono provisional por la élite científica en la llamada «Revolución embriológica» del siglo XVII. 

No obstante, durante el Medioevo y el Renacimientoñ la cuestión de la imaginación no fue más que una sucesión interminable de testimonios que, se fueron reflejando en tratados de historia civil o en compendios de filosofía o de historia natural. Desde las enciclopedias medievales hasta los grandes tratados teratológicos de los siglos XVI y XVII, la discusión de la imaginación material en la producción de rasgos aberrantes nunca adquirió un carácter sistemático, sino que se limitó a servir como explicación retrospectiva del nacimiento de algunos monstruos o de la producción de ciertas marcas de nacimiento. 

A principios del siglo XVIII, sin embargo, la imaginación se convirtió en una causa tan popular de los monstruos que otras causas como la divina o lo demoniaco habían empezado a desaparecer a medida que Europa se hacía laica, asimismo las otras explicaciones procedían de asunciones embriológicas de Galeno y Aristóteles que estaban cada vez más desacreditadas. La doctrina sobre la influencia prenatal estaba tan bien establecida a principios del siglo XVIII que casi había desechado las otras explicaciones y se había convertido en casi la única explicación para una amplia variedad de anomalías y malformaciones. Hay que entender esto como una tendencia y no como algo absoluto, algunos doctores y escritores médicos aceptaban otras explicaciones para las monstruosidades aunque en algunos casos la tendencia fue la de recurrir a la imaginación.

Uno de los mayores defensores de la teoría de la "influencia materna" fue Daniel Turner quien en 1714 publicó un libro titulado De morbis, donde recogía una serie de casos de seres monstruosos "creados" por efecto de la imaginación. Turner no discutió propiamente ni hechos ni causas, sino que se limitó a establecer conexiones entre diferentes tipos de testimonios. Turner no hablaba de las propiedades de la imaginación ni pretendió formular una teoría general que explicara las deformaciones o marcas de nacimiento. Su narración se limitó a dar cuenta de tales y cuales acontecimientos según testimonios diversos.

Y si bien Turner gozó de cierta popularidad, sucesos tales como lo de Mary Toft (recogido en este mismo blog en Abril de 2013) motivaron a un cuestionamiento sobre la verdadera eficacia de la "influencia materna". El mayor opositor a esta teoría fue James Blondel quien, a raíz del engaño de Mary, escribió The strengh of Imagination in Pregnant Women Examin’d (1727). En él, Blondel negaba el poder de la imaginación negando la existencia de la cadena de intermediarios que vinculaba a la madre con el feto. Para éste no había intercambio de fluidos, humores o espíritus entre la madre y el feto por lo que no había modo de que la imaginación de la madre pudiera ejercer tal poder sobre el feto. El porqué Blondel niega la teoría de la imaginación se entiende cuando vemos que la base de su argumento se encuentra en la teoría de la preexistencia (preformacionismo) que había sido formulado en el último cuarto del siglo  XVII y que en 1720 (fecha de publicación del libro de Blondel) se había convertido en la principal explicación de la reproducción.  Según esta teoría, el feto existía incluso antes de la fecundación  y existía como una miniatura, un ser pre delineado. Por lo tanto, el feto, al ya ser una entidad completamente formada antes de la fecundación, no había una creación de “novo” por los seres humanos. Todos los individuos habían sido ya creados al mismo tiempo. Esto implicaba, por tanto, que la influencia de la madre sobre el feto fuera imposible pues éste había sido creado años atrás.
 
Así pues, las ideas de Turner y Blondel chocaron en un intenso debate que tuvo lugar a principios del siglo XVIII en Inglaterra. En este se pusieron a prueba los diferentes argumentos tanto de uno como otro, para Blondel la lista de testimonios proporcionadas por Turner era totalmente insoportable, para éste, los argumentos proporcionados por Blondel no eran suficientes para probar la no-existencia de un fenómeno avalado por la autoridad y la experiencia. Finalmente en una caracterización ad hominem de la discusión, Blondel entendió que, a todos los efectos, Turner se comportaba, piensaba y razonaba como una mujer. Un insulto que hizo que el debate no se centrara únicamente en el carácter científico, sino que llegara a una cuestión personal por la que Turner tuvo que defenderse. Un debate que terminó, como suele decirse, en "tablas" pues ni uno ni otro fue capaz de renunciar a su razón.

Bibliografía:

Moscoso, Javier: “Los efectos de la imaginación: medicina, ciencia y sociedad en el siglo XVIII” en Asclepio, Vol. 53, Fasc 1, 2001, pp. 141-172. 

Todd, D: Imagining Monsters, miscreation of the self in eighteenth-century England, Chicago, University of Chicago Press, 1995.