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26 de julio de 2014

El cambio de sexo en la Edad Moderna


Catalina de Erauso, o la monja alférez, protagonista de uno de los casos más famosos de transmutación sexual de la Edad Moderna.

En el siglo XVIII se publicaba una relación de suceso -panfleto de dos o tres folios que cumplía una misión similar a los periódicos de hoy día- en que se daba cuenta de un extraordinario suceso: el cambio de sexo de una monja. Dicha relación reproducía la carta que el padre prior de la orden de Santo Domingo de la ciudad de Úbeda envió al Abad mayor de Juan Salvador, en la que le informaba del caso de María Múñoz. Esta era una mujer que había sido recluida en un convento por parte de su padre, quien carecía del dinero necesario para dotarla. Desde un principio, los rasgos de María se consideraron muy varoniles pues "echava mano a una espada, y disparava un arcabuz, y otras cosas...", hasta el punto de que un grupo de hombres comunicaron a otras monjas su sorpresa de que admitieran varones en el convento. Este hecho hizo que María fuera puesta en examen. Sin embargo, se concluyó que era mujer. Al poco tiempo, la pobre María le escribió una carta a un tal Fray Agustín, para que leyera en confesión algo que le había pasado, y  que reproduzco literalmente: "Que ocho, o nueve días antes avian traido al Convento una partida de cien fanegas de Trigo, lo avia medido, y traspalado todo en una tarde, de el qual exercicio sintió un gran dolor entre las dos ingles, y que se le avia hinchado, y entendiendose avia quebrado con la fuerça, se afligió mucho, y no se atreviò a decirlo [...],y q al cabo de tres dias se avia resuelto la hinchazon, y le avia salido naturaleza de hombre." El fraile, sorprendido por la confesión de la monja, le pidió que le enseñara su "naturaleza" y pudo comprobar que era "tan hombre como el que mas". Tras esto, María fue encerrada en una celda y, tras otro examen por parte del prior de Baeza, se confirmó que, efectivamente, era un hombre. El fraile le contó lo acontecido al padre, quien no dudó en sacar a María -o Mario- del convento: "El padre está muy contento, porque es hombre rico, y no tenía heredero, y agora se halla con un hijo muy hombre, y que se puede casar, ella tambien va contenta, porque despues de doze años de carcel sabe muy bien la libertad...." La felicidad tanto del padre como de María se explica porque el cambio que esta experimentó no fue solo biológico, sino también social. El pasar de mujer a hombre suponía una promoción en la escala de valores de la sociedad moderna. Ya no tenía por qué estar recluida en el convento porque ahora iba a ser la heredera de su padre.

Esta historia que puede ser considerada fabulosa por los lectores, no era más que un hecho común en la Edad Moderna. Es más, la transmutación sexual era tan ampliamente aceptada que los tratadistas y relaciones de sucesos recogían múltiples casos de cambios de sexo. Entre los más famosos cabría destacar el de Elena de Céspedes, Catalina de Erauso o María Pacheco. Muchos de estos se daban en los conventos y eran tan frecuentes, que el canon jurídico tuvo incluso que actualizarse promulgando leyes destinadas a reglamentar el estatuto religioso y social del transexual. Martín Navarro de Azpulcuta en su Código de derecho teológico, daba una serie de reglas canónicas para los diferentes casos que se presentaron en conventos o en el ejército, indicando que le estaba prohibido ejercer ambas profesiones sin permiso del Papa o del Rey. 

Pero ¿cómo se explica que se aceptara tan abiertamente los casos de cambio de sexo? La respuesta hay que buscarla en el predominio de la teoría hipocrático-galena de un único sexo. Este modelo unisexual describía a la mujer con los mismos órganos sexuales que el hombre, la diferencia residía en su posición. O mejor explicado, los órganos sexuales tanto femeninos como masculinos se consideraban completamente iguales con la única diferencia de que el primero estaba dentro y, el segundo, fuera. Este hecho estaba relacionado con la temperatura, la falta de calor y la humedad de la mujer explicaba por qué el órgano sexual femenino estaba dentro del cuerpo. El modelo unisexual y la teoría humoral de exceso o falta de calor, estuvieron fuertemente arraigados en el pensamiento médico de la época, tal y como lo demuestran las palabras del médico Juan Huarte de San Juan (1529-1588): 

"Y es que el hombre (aunque no parece de la compostura que veemos) no diffiere de la mujer (Segun dice Galeno) mas que en tener los miembros genitales fuera del cuerpo. Porque si hazemos anatomia de una donzella, hallaremos que tiene dentro de si, dos testiculos, dos vasos seminarios, y el utero, con la misma compostura que el miembro viril, sin faltarle ninguna deligneación [...] Y de tal manera es esto verdad, que si acavando naturaleza de fabricar un hombre perfecto, le quisiesse convertir en muger, no tenia otro trabajo, mas que tomarla a dentro los intrumentos de la generacion. Y si hecha muger, quisiesse volverla en varón, con arrojarle el utero, y los testiculos fuera, no avia mas que hacer [...] Y que se ayan buelto mugeres en hombre despues de nacidas, ya no se espanta el vulgo de oyrlo, porque fuera de lo que cuentan por verdad muchos antiguos, es cosa que a acontencido en España muy pocos años a: y lo que muestra la esperiencia, no admite disputas ni argumentos"

En este sentido, no se consideraba extraño que un cambio de temperatura, o bien un esfuerzo extraordinario -como el que se da durante el parto- pudiera provocar una transmutación sexual. También podía pensarse que la intervención divina hubiera jugado un papel esencial en algunos casos, como el de las Santa Paula de Ávila o Santa Wilgerfortis (cuya historia podéis encontrar aquí: http://www.catandur.com/2010/11/santa-liberata-barbuda.html). No obstante, hay que tener en cuenta también otro elemento igualmente importante, y es que no todos los cambios de sexo implicaban un cambio "físico". En la Edad Moderna, las diferencias de género no estaban basadas en diferencias puramente biológicas, pues ser un hombre o una mujer dependía más de los atributos sociales que de la biología. Petenecer a un sexo u otro era como pertenecer a un estado social, por lo que bastaba con cambiar esos atrobutos sociales para cambiar de sexo.

A partir del siglo XVIII, y aunque se siguieran difundiendo historias de cambios de sexo como la ya vista, la situación cambió, al menos desde una perspectiva médica. La transmutación sexual fue poco a poco quedando totalmente descartada con el triunfo del llamado "biologismo dicotómico". Según éste, los órganos masculinos y femeninos eran diferentes. Una visión dicotómica de los sexos la encontramos de forma clara en Martín Martínez y en su descripción de ambos miembros en Noches anatómicas (1750), en la que aún asemejando ciertas partes del órgano femenino con el masculino –"Tienen las mugeres dos testiculos, a quienes los Modernos llaman ovarios"–, en ningún momento los considera iguales o con el mismo funcionamiento. Ambos son tratados de forma diferente, se detallan sus partes y qué función realizan. Lo mismo ocurre en Anatomía completa del hombre donde hace mención de la  "Fabula vulgar de la mutación de sexos". En su explicación del clítoris, este admite que podía crecer tanto que en ocasiones las mujeres "abusaban" del mismo para tener relaciones con otras, pues podía endurecerse de manera similar al miembro viril. Este hecho había dado ocasión al "vulgo" para creer las fábulas de mujeres convertidas en hombres, así como las de hombres transformados en mujeres.  

Bibliografía:

Relación verdadera de una carta que envió el padre Prior de la orden de Santo Domingo, de la ciudad de úbeda, al Abad mayor de Juan Salvador digno de ser avisado, como estuvo doce años una monja profesa, la cual había metido su padre por ser cerrada y no ser casada, y un dia haciendo un ejercicio de fuerza se le rompió una tela por donde le salió la naturaleza de hombre como los demás…por Francisco de Lyra en la calle de las armas en el callejo de los Ingleses.

Cleminson, Richard, y Vázquez García, Francisco: Hermaphroditism. Medical science and sexual identity in Spain 1850-1960, Cardiff, University of Wale Press, 2009.


26 de mayo de 2014

El polífago Tararre

Nicholas Wood, polífago inglés, comiéndose un pato vivo

La polifagia, o el deseo excesivo de comer, es algo que llamó mucho la atención en el periodo moderno (aunque me atrevería a decir que sigue llamando la atención, sino no se explica el éxito de programas como "Man vs Food"). La gente sentía verdadera fascinación por aquellas personas que podían comer prácticamente de todo sin sentirse saciados. Por una extraña razón, los polífagos más famosos del periodo moderno fueron franceses: Charles Domery, Antoine Langulet o Tararre (aunque la imagen que ilustra esta entrada es la de un polífago inglés: Nicholas Wood, ya que no he encontrado ninguna ilustración de los otros tres). Todos ellos compartían ciertas características además de su nacionalidad: ninguno de ellos fueron considerados "locos" por sus contemporáneos -a pesar de sus incontrolables apetitos-, todos ellos tenían una peculiar preferencia por la carne cruda, su glotonería les llevaba a devorar con entusiasmo comidas realmente repugnantes, todos ellos sudaban abundantemente, favoreciendo un olor nauseante y ninguno de ellos pareció engordar de manera excesiva a pesar de lo mucho que comían. Se desconoce si estos tres franceses padecían algún tipo de enfermedad psicológica, pues no se han hecho estudios sobre ello, aunque no cabe duda de que estas características muestran que algo tenían en común. De los tres, la historia que más me ha fascinado es la de Tararre y por ello os la traigo al blog.

Tararre fue el glotón más conocido de su tiempo. Se desconoce si Tararre era su nombre real o un seudónimo, pues se sabe que la expresión "¡Bom-bom tarare!" se usaba para describir explosiones o fanfarrias, y se ha especulado que quizás este seudónimo hiciera referencia a sus estruendosas flatulencias. Sí se sabe que nació en Francia, en una villa campestre a las afueras de Lyon. Desde niño mostró un enorme apetito, hasta el punto de que sus padres lo echaron de casa durante su adolescencia ante la imposibilidad de alimentar tal "monstruo". Durante años estuvo vagando por Francia junto con ladrones, prostitutas y vagabundos y fue empleado como payaso. En su espectáculo, Tararre tragaba piedras, corchos, animales vivos, lo que atrajo la atención del público. En 1788 se trasladó a París donde ahorró algo de dinero con representaciones en la calle, engullendo todo tipo de cosas. Una vez, tras sufrir una obstrucción intestinal, fue trasladado al hospital donde le fue administrado un potente purgativo que tuvo el efecto deseado. Lejos de cogerle miedo a eso de engullir todo lo que se le ponía por delante, hizo una pequeña demostración al doctor que le atendió engulliéndole su reloj con el fin de demostrar su "talento".

Durante la Revolución Francesa, Tararre decidió alistarse como soldado, pero la dieta que le proporcionaba el ejército era del todo insuficiente para él, por lo que fue llevado al hospital en un estado total de agotamiento. Allí se le empezó a dar una ración cuatro veces mayor que la ración normal del ejército, y esto atrajo a los doctores del hospital militar. Le practicaron una serie de experimentos psicológicos de mano de M. Courville, cirujando del regimiento de Hussars, y el profesor Percy, cirujano en jefe del hospital. Durante meses se le hicieron todo tipo de tests en los que Tararre comió prácticamente de todo. En uno de ellos se le hizo comer una caja con unos papeles dentro, al cabo de unas pocas horas Tararre "expulsó" la caja de madera con los papeles prácticamente intactos, por lo que el Dr. Courville pensó que bien podía ser útil como espía en la guerra contra el enemigo. El objetivo de este, por tanto, era robar documentos secretos del enemigo, meterlos en una caja de madera y después engullirla para pasarlos de un lado a otro sin que nadie le pudiera pillar. 

La idea de Dr. Courville fue muy bien recibida y Tararre fue empleado como espía por el ejército francés. Su primera tarea fue el de enviar una carta secreta al coronel francés cautivo de mano de los prusianos en la frontera cerca de Neustadt (Alemania). No obstante, no todo confiaban en la habilidad mental de Tararre, y el General Beauharnais no quiso confiarle documentos de importancia aunque le hizo creer que lo que llevaba eran papeles de gran importancia. Lo cierto es que la carrera como espía del glotón francés fue breve y desastrosa, ya que fue interceptado por los prusianos. Después de varias horas de tortura, lo confesó todo y fue obligado a tomar un laxativo que le hizo expulsar la caja de madera. Fue una gran decepción para estos ver que lo único que contenía la caja eran papeles sin importancia. Tras esto, Tararre regresó al hospital y le pidió al profesor Percy que lo curara de su glotonería. 

Al cabo del tiempo, a pesar de los esfuerzos del profesor, la glotonería de Tararre no pudo curarse y, tras la desaparición de un niño de catorce meses, este fue considerado sospechoso del hecho y ni siquiera los doctores pudieron ayudarle. Cuatro años después de esto, el profesor Percy fue informado por un amigo suyo que Tararre había sido ingresado en el hospital de Versailles en unas condiciones realmente lamentables. Al parecer, el glotón quería que el profesor lo examinara, ya que estaba convencido de tener un tenedor de oro en el estómago que había engullido hacía tiempo y que no había podido expulsar. Lo cierto es que Tararre sufría de tuberculosis y precisamente de eso se murió. La autopsia demostró que sus intestinos estaban podridos y llenos de pus y que el estómago era verdaderamente enorme. Tararre murió solo y siendo un objeto de curiosidad.

Fuente:
  
Bondeson, Jan: The two-headed boy and other medical marvels, Cornell University Press, 2000. 

24 de enero de 2014

Si Rodolfo II de Alemania hubiera conocido a Pedro I de Rusia...


File:Joseph Heintz d. Ä. 002.jpg
Rodolfo II




... hubieran sido amigos si nos atenemos a las aficiones de ambos monarcas pues parecieron mostrar interés por el coleccionismo.

Rodolfo II, emperador del Sacro Imperio Romano Germano (1576-1612), quizás no haya pasado a la historia por sus dotes a la hora de gobernar, siempre melancólico, pero si que se le recordará por ser uno de los mayores coleccionistas de Europa. Una afición que le llevó a crear una verdadera Kunstkammer, un microcosmos donde albelgar los conocimientos del mundo. Un lugar donde se podía encontrar leones, guepardos, rinocerontes, piezas de artes, curiosidades de la naturaleza, etc. Pero también prodigios. El emperador mostró especial atención a los animales albinos, considerados como seres milagrosos, tales como un cuervo, una urraca y un ciervo albinos que provocar la admiración de los visitantes a la colección. Asimismo, poseía deformidades de la naturaleza tales como una pata de un gavilán con doce dedos, la piel de un cervato de dos cabezas, una codorniz con tres patas, un gusano de cuya cola brotaba una rama, etc. En los casos que no podía obtener prodigios reales, vivos o embalsamados, Rodolfo los hacia dibujar para que su colección fuera lo más completa posible. Entre las más notables representaciones se contaba el retrato de Pedro González y sus hijos. Éste, que había nacido en Canarias en 15444, sufría de hirsutismo -crecimiento anormal del vello por todo el cuerpo- y era considerado como una "maravillosa obra de la naturaleza". Como tal fue llevado a la corte francesa de Enrique II donde recibió una amplia educación, tras la muerte del monarca se marchó a los Países Bajos donde se casó y tuvo cuatro hijos, tres de los cuales heredaron su condición. Debido a ellos, la familia llegó a ser una celebridad internacional y fueron retratados en innumerables ocasiones por varios artistas de coleccionistas principescos. En todos los retratos aparecían como miembros de la nobleza pero con caras peludas como la de los animales. La niña en especial tenía el aspecto de un lindo gatito engalanado con ropas humanas. 

Lavinia González retratada por Lavinia Fontana,  1590


Pedro I, zar de Rusia (1682-1725), llevó su hobbie un poquito más lejos. En 1690 fundó un gabinete de monstruosidades en la principal farmacia de Moscú y no contento con ello estableció, mediante dos órdenes en los años 1704 y 1718, que cualquier niño nacido monstruoso fuera entregado a los pastores de la comunidad para que los enviasen al gabinete de Moscú o al de San petersburgo. Una orden que no sólo establecía severos castigos a aquellos quienes escondían a los seres monstruosos, sino que además ofrecía recompensas a aquellos que los enviaba, por ejemplo, se pagaba de tres a diez rublos por cadáveres animales o humanos y más de cien por monstruos humanos vivos. Hasta 1740, cuando la práctica parecía haber quedado en el olvido, al menos cien niños y adultos fueron transportados a St. Petersburgo: gigantes, enanos, hidrocéfalos y hermafroditas. Un ejemplo fueron Foma Ignatje -enano- y Bourgeois- gigante- que fueron transportados a uno de los gabinetes y si bien no estaban obligados a permanecer cerca, si que debían estar presente cuando el zar así lo deseara. Una vez muertos pasaron a formar parte de la colección sin más. Una situación cruel que no pasó desapercibida pues un diplomático alemán, Friedrich Wilhel von Bergholz, denunció el triste final de un monstruo que carecía de órganos sexuales externos, teniendo en su lugar un tumor con una apertura en el medio por donde expulsaba la orina. Esta persona había sido "importada" desde Siberia y su deseo de volver a casa fue rechazado a pesar de que estaba dispuesto a pagar cien libras por su libertad. Sin duda alguna, a Pedro I le tentaba más el poder del asombro que del dinero.  

File:Peter de Grote.jpg
Pedro I, "el grande". 

Fuente: 

Belozerskaya, Marina: La jirafa de los Medicis: y otros relatos sobre los animales exóticos y el poder, Barcelona, Ed. Gedisa, 2008.  

Hagner, Michael: "Enlightened Monsters", en The sciences in Enlightened Europe. Ed. William Clark, Jan Golinski, and Simon Schaffer, University of Chicago Press, 1999. 

19 de enero de 2014

Who do you think you are?


Hace ya algún tiempo, una amiga mía me recomendó que viera un vídeo de un programa en YouTube sobre Jerry Springer (no recuerdo exactamente ese nombre) y cómo investigaba su rama de la familia y descubría de forma muy emotiva y triste, que gran parte de ella había fallecido en los campos de concentración Nazis. Lo cierto es que no presté mucha atención al programa, es más creía que era un especial o algo por el estilo y no volví a ver más sobre ello.

Hace unos meses, sin embargo, con el objetivo de mejorar mi nivel de inglés, sobre todo en lo que se refiere al "listening", me puse a ver una serie de entrevistas con los protagonistas de la serie "Friends" y en una de ellas Matthew Perry (Chendler) entrevistaba a Lisa Kudrow (Phoebe) y ella explicaba que ahora estaba produciendo un programa de televisión, "Who do you think you are?" en la que personajes famosos investigaban su procedencia, es decir, hacían un estudio genealógico pero conociendo además las historias detrás de las personas. A mí esto siempre me ha parecido fascinante, quizás porque desconozco muchas de las historias de ciertos miembros de mi familia, por ejemplo, sé que un tío de mi madre murió durante la Guerra Civil y no sé ni cómo se llamaba, ni porqué fue a la guerra, ni cómo murió, ni en que bando (no es que eso importe), etc. o porqué mi abuelo fue a la División Azul y qué hizo en sus años perdidos en Rusia. Siempre me he sentido fascinada por saber más de mi propia familia, porque sé que hay una historia fascinante y porque sé que en parte, nuestro ser, se debe a la familia.

Con ese interés en conocer mi propia familia, me puse a ver ciertos programas de "Who do you think you are?" y la verdad no puedo más que decir que lo que hacen es maravilloso y los famosos siempre parecen tan asombrados por sus propios orígenes, y otras veces emotivos o tristes, que no puedo más que sentir envidia ya que tiene que ser un sentimiento maravilloso saber de dónde vienes. Es un programa muy bien hecho porque van señalando los pasos que van dando los famosos para conocer sus respectivas ramas familiares, preguntando primero a sus padres, yendo a los archivos y, en ocasiones, yendo a los lugares de donde proceden muchos miembros de sus familias. No los he visto todos y no todos me han trasmitido lo mismo. Me han gustado mucho los programas centrados en Lisa Kudrow, Martin Sheen, Ashley Judd y Jim Parsons. Y en su versión británica, que creo que es anterior a la norteamericana, me ha gustado mucho el dedicado a Martin Freeman y Stephen Fry quien se emociona mucho al conocer el pasado de la rama materna de su familia.

De verdad que recomiendo mucho el programa y me encantaría que hiciera una versión en España pero que no lo protagonizaran sólo personas famosas, sino que pudieran ir las no-famosas. Porque todo el "viaje" de descubrimiento es genial: la presencia de archivos, de historiadores, de bibliotecas públicas, e incluso de testimonios que han vivido lo mismo que ciertos familiares de los famosos, etc. Un programa excelente desde todos los puntos de vistas a los que podéis acceder por Youtube, eso si, no queda otra más que saber un poco de inglés. 


1 de abril de 2011

En la corte no queremos gordos.


Estudiar el mundo de los monstruos me permite acceder a una serie de anécdotas que me parecerían del todo increíbles si no fueran porque están recogidos en libros y memorias que permiten darle credibilidad. Fernando Bouza explica en Locos, enanos y hombres de placer, que la gordura no estaba para nada bien vista en la corte castellana y que el miedo a la gordura hacía que algunos cortesanos hicieran dietas de las más absurdas y cometieran verdaderas estupideces. Uno de estos cortesanos era Don Luis de Zapata quien es sus Misceláneas muestra el total desprecio que sentía por los gordos:


"Todos los extremos son viciosos; mas el más temeroso y abominable es el de la gordura: es grandísima fealdad que a la más hermosa mujer afea, y al más gentil varón le desfigura. Los gordos se hacen terrero de graciosos y fisgantes, y son moldes de dichos, de motes y de apodaduras; imposibilitanse para andar en sus pies, y no hay caballo que los sufra ni lleve, y han menester un ingenio para los poner á caballo y descenderlos..."


Don Luis de Zapata continúa su monólogo poniendo a los gordos de punta en blanco, poniéndolos prácticamente como inútiles que no servían para nada más que para comer. Obviamente, después de soltar todos estos improperios no podía permitirse el lujo de engordar ni un gramo, así que el mismo se autoimpuso una dieta, y es la que sigue:


"No cené en más de diez años, sino comía al día una sola vez, nunca bebí antes ni después vino, con lo que se engorda mucho, no comí en grandísimo tiempo cocido, anduve algún tiempo vendado el cuerpo, dormí algunas noches con grebas (un tipo de armadura para las piernas) para enflaquecer las piernas, vestía y calzaba tan justos, que era menester descoserme las calzas a la noche para quitármelas y cuando había sarao y danzar con las damas a la noche en palacio, porque la cama enflaquece las piernas, me acaeció muchas veces para las llevar delgadas, estarme en la cama todo el día, con lo que al fin salió, gracias a Dios, con mi intento, ni yo llegara hoy a sesenta y seis años con salud, si la templanza no fuera en mi ayuda y remedio"


El testimonio de Don Luis prueba que eso de la metrosexualidad no es algo del siglo XXI sino que es algo que ya se venía practicando ya desde hace muchos siglos...




Como nota curiosa cabe decir que los reyes no tendrían muy en cuenta ese detalle, al menos por lo que se puede ver por el retrato de Enrique VIII o por María Manuela de Portugal, primera esposa de Felipe II, la cual, al parecer, estaba bastante metidita en carnes.

31 de octubre de 2010

El Juego de la Oca Cortesano.


Leyendo la biografía de Felipe II de Geoffrey Parker me topé con un hecho bastante curioso. Al parecer en la época del mencionado rey existía un juego similar al actual Juego de la Oca pero adaptado a la vida cortesana. Al parecer el tablero de dicho juego no se conserva pero sus reglas fueron recogidas por Alonso de Barros en Filosofía cortesana (1587). Al parecer, éste constaba de 63 recuadros y consitía en representar a la vida cortesana como un laberinto en la que bien había trabas al progreso social o bien había beneficios. Asimismo, tomando como ciertas las palabras de Alonso de Barros, el tablerio debía ser bastante grande, acorde con el tamaño de las fichas y la abundancia de textos e ilustraciones. Como fichas bastaba con emplear cualquier objeto pequeño que identificase a su propietario y se jugaba con dos dados de seis caras y podían participar tantos jugadores como quisieran.


Al principio de cada partida cada jugador ponía una cantidad de dinero estipulado de antemano -la "polla"- así, a medida que transcurría el juego, los jugadores podían ganar parte del dinero acumulado o bien tener que ir añadiendo más. El primero en alcanzar la casilla 63, la Palma del éxito, se llevaba la banca. Sin embargo, al igual que el Juego de la Oca, este juego cortesano posía también casillas especiales:


Casilla 15. Paso de la esperanza: Te conducía a la casilla 26, del Privado, pero había que pagar dos tantos a la banca, uno "por la buena esperanza que se le ofrece" y otro "por el favor que le espera". Si casilla del Privado ya estaba ocupada por una ficha, ésta se quita y se pone en la posición desde la que salió la recién llegada antes de caer en esta casilla de la esperanza.


Casilla 28. Azar: "Si no hay dicha en negociar, la suerte se vuelve azar". Esta casilla parece inspirada en la de los Dados del juego estándar de la oca pero en sentido inverso, ya que en vez de enviar para adelante, es receptora de una posterior.


Casilla 32. Pozo del olvido. "El ingrato echa en olvido, cuanto bien ha recibido". Es una casilla bastante mala, pues el jugador que cae en el pozo del olvido pierde una mano de los demás y dos más a la banca, para pagar las sogas con que sacarle de ahí.


Casilla 36. ¿Qué dirán? "El que sirve al ¿qué dirán?, tome el pago que le dan". Al caer en esta casilla se retrocede hasta la 28.


Casilla 46. Muerte del valedor: "El hombre que en hombres fía, queda cual ciego sin guía". La peor casilla de todas, pues te lleva de nuevo al punto de partida. Estamos en el siglo XVI y la muerte, claro está, no podía faltar en un juego relacionado con la fortuna.


Casilla 60. Pobreza. "Pobreza seca el humor, de la raíz del favor". Se vuelve a la casilla 53, pero todos los jugadores le dan una limosna.


Casilla 63. Palma del éxito: Para entrar en esta casilla se debía de tener una tira exacta. En caso de que se sacara una tirada mayor, había que retroceder los puntos sobrantes pagando un tanto a la banca por cada uno de ellos, salvo que el rebote conduzca a la casilla de pobreza. Esta casilla debía de contar con varios dibujos y emblemas. El principal era una palmera en cuyo tronco estaba escrito "Ni lo mucho, ni lo poco". Además, sujetándose a las ramas de la palmera en una isla estaba un hombre tratando de alzarse. A su lado quizás se encontrase un pez, otro símbolo de su triunfo, y el lema que lo acompañaba era: "Nunca subirá gran cuesta, quien mirare lo que cuesta". Por último, un mar llamado Sufrimiento con una tercera locución moral: "Quien pretende ha de sufrir, como quien nace morir".



Fuente:

Parker, G.: Felipe II, Alianza editoral, Madrid, 2004.
http://www.mmfilesi.com/index.php?identificador=06musgomaquia#1


*Dedicado a Sagres que sé que le gustará esta entrada por su amor a los juegos de mesas.

29 de octubre de 2010

Aquiles Vs Máximo

Blogueando me he encontrado con un video muy trabajado que presenta un trailer sobre una supuesta película que enfrentaría al semidios Aquiles interpretado por Brad Pitt y a Máximo de Gladiator intepretado por Russell Crowe, y la verdad no he podido evitar ponerlo aquí en el blog:



Yo, si esta película se llegara a hacer, desde luego que la vería....

21 de marzo de 2010

Ambroise Paré y la picaresca de los mendigos.

Resulta curioso como la obra de un autor habla mucho de sí mismo. Leyendo a Paré, famoso cirujano francés del siglo XVI considerado el padre de la cirugía moderna, vemos que el autor tenía cierta aversión por los mendigos, concretamente por aquellos mendigos que fingían enfermedades para pedir limosna ¿Por qué sino dedicaría un par de capítulos a la picaresca de los mendigos en un libro dedicado a Monstruos y Prodigios sino sintiera cierto rechazo hacia aquéllos? Sus textos pretenden ser una advertencia para que nadie se deje engañar, señalando varios casos de engaños por parte de estos mendigos. De esta manera encontramos varias historias que hacen referencia a los mendigos, ejemplo de ello son estas que pongo a continuación:



  • Ejemplo de la astucia de los perversos mendigos itinerantes:

Recuerdo, estando en Angers en 1525, que un malvado truhán había cortado el brazo de un ahorcado, aún apestoso e infecto, y que lo había sujetado a su jubón, apoyándolo con un tenedor contra su costado; ocultaba su brazo auténtico detrás de la espalda, tapado con el abrigo, con el fin de que se pensara que el brazo del ahorcado era suyo propio, y a la puerta del templo pedía limosna a gritos por amor de San Antonio. Un día Viernes santo, al ver así el brazo corrompido, la gente le daba limosna, creyendo que era auténtico. Como el truhán había movido el brazo durante muy largo tiempo, al final se soltó y cayó al suelo; mientras lo recogía, algunos vieron que tenía dos excelentes brazos, además del del ahorcado, entonces fue llevado a prisión y condenado a ser azotado por orden del magistrado, con el brazo podrido colgado al cuello, delante del estómago, y fue desterrado para siempre de la región.

  • La impostura de una mendiga que fingía un tumor en el pecho.

Un hermano mío, llamado Jean Paré [...] vio a una mendiga gruesa y rolliza que pedía limosna un domingo a la puerta de una iglesia; fingía tener un tumor en el seno, cosa muy repugnante de ver a causa de la abundancia de pus que parecía derramarse sobre un paño que llevaba delante de ella. Mi hermano, al contemplar su rostro de color encendido [...] juzgó para sus adentros que esta vagabunda no podía tener un cáncer, estando tan gorda, rolliza y robusta; convencido de que se trataba de una impostura, denunció el hecho al magistrado que autorizó a mi hermano que le hiciera enviar a su residencia para descubrir el engaño con más seguridad. Al llegar allí la mendiga, le descubrió el pecho entero, y halló que tenía bajo la axila una esponja mojada y empapada de sangre animal y de leche mezcladas, y un tubito de sauco por el que esta mezcla era conducida a través de unos falsos agujeros desde su tumor ulcerado, hasta derramarse en el paño que ella tenía delante de sí [...] tomó agua caliente y puso fomentos en el seno; una vez humedecido éste, pudo levantar varias pieles de ranas negras, verdes y amarillentas, colocadas unas sobre otras, pegadas con arcilla roja de Armenia, clara de huevo y harina [...] una vez levantadas todas las pieles, se descubrió que el seno estaba seco y entero.


No son éstas los únicos ejemplos que relata Paré. Pues también contará los hecho de un malandrín que fingía ser leproso, de una mendiga que fingía padecer el mal de San Fiacre, así como el de una mujer que fingía tener una serpiente en el vientre. El mismo Paré intervendría en algunos casos de engaño, como el del malandrín que fingía ser sordo, mudo y cojo. Gracias al informe redactado por él, se descubrió que el malandrín fingía los males. Asimismo, participó en el caso de la mujer que fingía tener una serpiente en el vientre. Tanto él como el Señor Hollier (doctor regente de la Facultad de Medicina), descubrieron que la mujer no tenía serpiente alguna, sino que ella misma provocaba los movimientos.


Por último, Paré da una serie de indicaciones para detectar enfermedades fingidas: Los que fingen ser mudos repliegan y retiran la lengua dentro de la boca; los que aparentan tener el mal de San Juan hacen que les coloquen esposas en las muñecas, se revuelcan y hunden en el fango y se ponen sangre de algún animal en la cabeza, diciendo que al agitarse así se han herido y hecho daño [...] Otros fabrican cierta cola con harina desleída y se la extienden por todo el cuerpo, gritando que están enfermos del mal de San Meen. Y hace un llamamiento para que sean denunciados para que sean castigado.


Por tanto, no es raro deducir que la experiencia de Paré en los casos de fingimiento de enfermedad, hace que considere necesario la inclusión de un capítulo sobre ello en su obra Monstruos y prodigios, aunque aparentemente no tengan nada que ver lo uno y lo otro.

Fuente:

Paré, Ambroise: Monstruos y Prodigios, Ed. Siruela, Madrid, 1987. Introducción, traducción y notas: Ignacio Malaxecheverría.