- Ejemplo de la astucia de los perversos mendigos itinerantes:
Recuerdo, estando en Angers en 1525, que un malvado truhán había cortado el brazo de un ahorcado, aún apestoso e infecto, y que lo había sujetado a su jubón, apoyándolo con un tenedor contra su costado; ocultaba su brazo auténtico detrás de la espalda, tapado con el abrigo, con el fin de que se pensara que el brazo del ahorcado era suyo propio, y a la puerta del templo pedía limosna a gritos por amor de San Antonio. Un día Viernes santo, al ver así el brazo corrompido, la gente le daba limosna, creyendo que era auténtico. Como el truhán había movido el brazo durante muy largo tiempo, al final se soltó y cayó al suelo; mientras lo recogía, algunos vieron que tenía dos excelentes brazos, además del del ahorcado, entonces fue llevado a prisión y condenado a ser azotado por orden del magistrado, con el brazo podrido colgado al cuello, delante del estómago, y fue desterrado para siempre de la región.
- La impostura de una mendiga que fingía un tumor en el pecho.
Un hermano mío, llamado Jean Paré [...] vio a una mendiga gruesa y rolliza que pedía limosna un domingo a la puerta de una iglesia; fingía tener un tumor en el seno, cosa muy repugnante de ver a causa de la abundancia de pus que parecía derramarse sobre un paño que llevaba delante de ella. Mi hermano, al contemplar su rostro de color encendido [...] juzgó para sus adentros que esta vagabunda no podía tener un cáncer, estando tan gorda, rolliza y robusta; convencido de que se trataba de una impostura, denunció el hecho al magistrado que autorizó a mi hermano que le hiciera enviar a su residencia para descubrir el engaño con más seguridad. Al llegar allí la mendiga, le descubrió el pecho entero, y halló que tenía bajo la axila una esponja mojada y empapada de sangre animal y de leche mezcladas, y un tubito de sauco por el que esta mezcla era conducida a través de unos falsos agujeros desde su tumor ulcerado, hasta derramarse en el paño que ella tenía delante de sí [...] tomó agua caliente y puso fomentos en el seno; una vez humedecido éste, pudo levantar varias pieles de ranas negras, verdes y amarillentas, colocadas unas sobre otras, pegadas con arcilla roja de Armenia, clara de huevo y harina [...] una vez levantadas todas las pieles, se descubrió que el seno estaba seco y entero.
No son éstas los únicos ejemplos que relata Paré. Pues también contará los hecho de un malandrín que fingía ser leproso, de una mendiga que fingía padecer el mal de San Fiacre, así como el de una mujer que fingía tener una serpiente en el vientre. El mismo Paré intervendría en algunos casos de engaño, como el del malandrín que fingía ser sordo, mudo y cojo. Gracias al informe redactado por él, se descubrió que el malandrín fingía los males. Asimismo, participó en el caso de la mujer que fingía tener una serpiente en el vientre. Tanto él como el Señor Hollier (doctor regente de la Facultad de Medicina), descubrieron que la mujer no tenía serpiente alguna, sino que ella misma provocaba los movimientos.
Por último, Paré da una serie de indicaciones para detectar enfermedades fingidas: Los que fingen ser mudos repliegan y retiran la lengua dentro de la boca; los que aparentan tener el mal de San Juan hacen que les coloquen esposas en las muñecas, se revuelcan y hunden en el fango y se ponen sangre de algún animal en la cabeza, diciendo que al agitarse así se han herido y hecho daño [...] Otros fabrican cierta cola con harina desleída y se la extienden por todo el cuerpo, gritando que están enfermos del mal de San Meen. Y hace un llamamiento para que sean denunciados para que sean castigado.
Por tanto, no es raro deducir que la experiencia de Paré en los casos de fingimiento de enfermedad, hace que considere necesario la inclusión de un capítulo sobre ello en su obra Monstruos y prodigios, aunque aparentemente no tengan nada que ver lo uno y lo otro.
Fuente:
Paré, Ambroise: Monstruos y Prodigios, Ed. Siruela, Madrid, 1987. Introducción, traducción y notas: Ignacio Malaxecheverría.
Muy bueno lo de la mujer del cáncer, jejeje
ResponderEliminarYo me reí mucho al leer los capítulos, porque pensaba que no tenían nada que ver con la obra, pero que Ambroise Paré estaría tan indignado, algo le habría pasado (en mi mente se viene el caso de un engaño o yo que sé) que nada más llegar a casa con el mosqueo se pondría a escribir... me lo imagino enfadadísimo escribiendo!!!
ResponderEliminarBuen comentario, aunque creo que también en novelas picarescas como el Guzmán de Alfarache o Rinconete y Cortadillo se pueden encontrar imposturas similares.
ResponderEliminar¡El ingenio llega a límites insospechados!
ResponderEliminarMuchas personas se dedicaron a destapar a estos estafadores y a enviarlos a los calabozos.
Como dice el compañero Arturo, la literatura de la época está llena situaciones como las que tú nos cuentas.
Muy buena entrada.
Un saludo!