24 de marzo de 2010

El problema del cambio de sexo.

Entre uno de los prodigios que más hojas han ocupado las páginas de autores de prodigios, es el hermafroditismo (nacer con ambos sexos) o el cambio de sexo (nacer de un sexo y pasar al otro). En concreto, y desde un punto de vista personal, el hecho de que una mujer se convirtiera al tiempo en un hombre. Son muchos a los que les preocupaba este hecho y se maravillaban de ello. Por ejemplo, Antonio de Torquemada contaba en su Jardín de Flores Curiosas como un doctor llamado Amato en su obra de medicina se hacía eco del un hecho un tanto curioso. Éste contaba que en un lugar llamado Esgueyra, cerca de Coimbra, vivía un caballero que tenía una hija llamada María Pacheco y que llegando el momento en que le llegara la primera menstruación, en vez de eso le salió un miembro viril. Por lo que de mujer pasó a hombre y en vez de María, pasó a llamarse Manuel llegándose a casar con una mujer principal. Esta misma historia la hallamos también eN la obra de Ambroise Paré, Monstruos y Prodigios.


También, en una Relación de Suceso fechado en 1617 se contaba la maravillosa historia de una profesa que un día haciendo ejercicio de fuerza se le rompió una tela por donde salió la "naturaleza de un hombre como los demás". Según esta historia, en el Convento de la Coronada en la ciudad de Úbeda, una muchacha llamada María Muñoz, había ingresado en el convento siendo muy jovencita. Tenía un aspecto muy varonil, hasta tal punto que muchas monjas pensaban que era un hombre. Debido a ello, la madre superiora la revisó dando cuenta de que era una mujer. Sin embargo un día, esta monja traspasando fanegas de trigo, del ejercicio sintió un gran dolor entre las dos ingles, se le había hinchado y notó que le había salido un miembro viril. Muy avergonzada escribió a Fray Agustín de Torres -quien da a conocer la historia- y le contó lo sucedido. Ella misma confesó que jamás le había llegado la regla, pero que fingía que sí, y tampoco se le habían desarrollado los pechos. Es por ello que la sacaron del convento, al poco tiempo le empezó a salir barba y le cambió la voz. Sin embargo, la historia tiene un final feliz, porque el padre consiguió un heredero y ella o el consiguió la libertad.


Para Fuentelapeña, el cambio de sexo era innegable pues había ocurrido en innumerables ocasiones. Para él no era algo repugnante, pues según explicaba las fuerzas de la naturaleza por ser flacas en los niños no siempre pueden arrojar afuera el miembro viril hasta que después con alguna fuerza lo arroja. Además, no sólo la mujer puede cambiar de sexo, también el hombre podía cambiar de sexo. Sin embargo, lo más común era lo primero pues la naturaleza siempre aspiraba a la perfección y el sexo másculino era lo perfecto y porque era más fácil que el órgano masculino saliera para afuera que entrara para dentro.



Este mismo autor explicaba que muchos autores afirmaban que tal cambio no existía, sino que la parte viril estaba oculta por defecto de materia o por defecto del calor natural, por tanto, al estar defectuosa no pudo salir. Sólo cuando se hubiera fortalecido el miembro podía arrojarlo fuera y quedar convertido en un hombre perfecto. Y que entonces, estas mujeres no eran auténticamente mujeres, sino hombres. Otros autores, como Nieremberg, consideraban que tal cambio era real y que se hacía por inversión de los instrumentos de la naturaleza.




Paré mantenía que la razón por la que las mujeres podían convertirse en hombre es porque tenía oculto dentro del cuerpo el miembro viril, pero que no tenían suficiente calor ni capacidad para sacarlo a fuera. Por ello, si con el tiempo la humedad de la infancia queda exhalada en su mayor parte, y el calor se hacía más robusto, áspero y activo, no era raro que por algún movimieno violento se pudiera expulsar lo que se había quedado dentro. Sin embargo, lo que más preocupaba a Paré es que en los cambios de sexo o en los casos de hermafroditismo se produjeran relaciones homosexuales entre mujeres. Al final del capítulo De los hermafroditas o andróginos, es decir, que tienen dos sexos en un mismo cuerpo, Paré habla de la mujer, y explica que en la parte de la entrada de la orina existe una hendidura llamada peine cubierto de vello denominado Pterigomata, y entre ellos hay unas excrecencias de carne musculosa, una a cada lado, que cubren la salida del conducto de la orina, y se cierra, una vez que la mujer ha orinado. A algunas mujeres les cuelgan y sobresalen fuera del cuello de la matriz, alargándose como la "cresta de un pavo", sobre todo cuando la mujer desea el coito. En ocasiones, las mujeres aprovechaban este hecho para gozar con otras mujeres. Por ello se les debía cortal lo que era superfluo, ya que -según Paré- podrían abusar de ello. En ese mismo capítulo, cuenta que existían en África ciertas adivinas que pedían como pago el tener relaciones con mujeres. Y que muchas de ellas, cogiéndoles gusto al juego, fingían estar enfermas para llamar a las adivinas y seguir disfrutando de tal actividad haciendo creer al marido que estaban poseídas por un demonio. Paré aconsejaba en estos casos que "hicieran salir al espírituo" a fuerza de palos.

Fuentes:

Ettinghausen, Henry (ed.): Noticias del siglo XVII, relaciones españolas de sucesos naturales y sobrenaturales, Barcelona, Pulvill Libros, 1995.
Fuentelapeña, Antonio: El ente dilucidado.
Nieremberg: Curiosa y oculta filosofía.

Paré, Ambrise: Monstros y Prodigios, Ed. Siruela, Madrid, 1987. Introducción, Traducción y notas: Ignacio Malaxecheverría.

Torquemada, Antonio: Jardín de Flores Curiosas.


2 comentarios:

  1. Un tema muy curioso del que abundan los relatos fantásticos, por lo que se ve.

    Es interesante ver como el primer síntoma de la virilidad masculina era la aparición del pene y después venía todo lo demás: barba, cambio de voz, etc..

    Un saludo!

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  2. Claro porque eso era lo que demostraba que verdadermanete era un hombre.... en el momento que "eso" salía ya venía todo lo demás.

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