12 de octubre de 2009

Kamikazes: Origen y resultado.

Si hay algún refrán que se pueda aplicar a los Kamikazes japoneses ese es: “En el amor y en la guerra todo vale”, y es que la desesperación y la derrota puede llevar a tomarse decisiones, que en otra circunstancias no se tomarían, y sería esa situación desesperada lo que llevaría al Ejército Japonés a crear el grupo de Kamikazes. La situación de los japonenes, inmersos en la IIGM, en otoño de 1944 no era muy prometedora. Japón había sufrido la desaparición de la elite de pilotos aeronavales que asombraron al mundo en comienzos de la guerra y que perdieron en las batallas del mar del Coral, de Midway y en las que se dieron en torno a Guadalcanal. Por otro lado, la aviación norteamericana se había desarrollado y ahora disponía de aparatos como los Grummann, F6F Hellcat, etc. Con todo ellos, más con el constante despliegue de tecnología, hombres y medios, USA reanuda la ofensiva a primeros de octubres de 1944, con resultados catastróficos para Japón que en dos días perdieron 600 aparatos y los portaaviones de Ozawa se volvieron a quedar sin los grupos aéreos de combate que con tanto esfuerzo habían venido preparando en los últimos meses. Este hecho provocó que Teraoka fuera relevado del mando y fuera sustituido por Takijiro Onishi. Fue éste el que puso en práctica las tácticas suicidas.




El origen de estos ataques estaba en la 1ª Flota Aérea Naval que había sido diezmada anteriormente. Cuando Onishi comprobó la penuria de medios y la falta de preparación de los pilotos de esta flota, decidió poner en prácticas dichas técnicas, obviamente su plan fue rechazado, pero tras obtener la autorización del comandanta en jefe de la Flota Combinada, Onishi se desplazó para entrevistarse con los mandos de una de sus unidades, el grupo aéreo 201 con base en Mabacalat, cerca de Manila. Allí, ante la ausencia causal de sus jefes, mantuvo una reunión con su jefe accidental- Asaichi Tamai- quien reunió a los jóvenes pilotos. A éstos se les expuso lo desesperado de la situación, la superioridad de los Hellcat y Corsair, la imposibilidad de hacer frente a la 5ª Flota USA, lo crucial que era la defensa de las Filipinas cuya caída supondría la pérdida de la guerra, la falta de medios y de tiempo para preparar tripulaciones
que pudiera formar un grupo aéreo capaz de efectuar ataques decisivos contra los buques norteamericanos…Tras esta exposición, se le hace una propuesta a los inexpertos pilotos: un reducido grupo de hombres decididos podía superar todos esos obstáculos estrellándose con su avión cargado de bombas contra los buques enemigos. Apenas se necesitarían una decena de hombres. Si se aceptaba la propuesta ya no sería preciso el largo aprendizaje pues bastaría volar a una gran altura y lanzarse en un largo picado de 45º sobre el buque enemigo. Como se puede suponer, el piloto perdería la vida, pero había sacrificado su existencia por un bien mayor: salvar a Japón de una terrible derrota. Para ello, Onishi, pedía voluntarios. Aquel que quisiera inmolarse por su patria debía facilitar de forma anónima su nombre: todos los presentes a la reunión, 23, se presentaron voluntarios para formar la primera unidad, naciendo así el primer grupo de ataque Kamikaze[1] cuyos miembros adoptaron signos identificativos procedentes de la tradición medieval como el pañuelo blanco con el que los samurái se cubrían la frente para evitar que el sudor cegara sus ojos: el hachimaki.

Inicialmente se formaron cuatro grupos compuestos por cinco aviones tipo Zero. A cada grupo se le asignó un nombre poético: shikishima (Japón), Yamato (nombre antiguo de Japón), Asahi (sol de la montaña), y Yamazakura (flor de cerezo). Su primera misión tuvo lugar el 21 de octubre. Sin embargo, la misión tuvo que cancelarse por el mal tiempo. Pocos días después el comandante Tadashi Nakajima ya había organizado el segundo grupo en Cebú donde obtuvo la adhesión para el cuerpo Kamikaze de los 18 pilotos útiles de esa base. El ataque al Santee fue la primera oportunidad que se presentó y correspondió a la unidad de kikushi. Ese mismo día los ya acribillado portaaviones de Clifton Sprague soportaron el segundo ataque kamikaze. El St Lo fue la primera víctima de este tipo de ataques, en este caso, de la unidad Shikishima dirigida por el teniente Seki. Tras este éxito, loas que antes rechazaron este tipo de prácticas, lo aceptaron, de esta manera se formó con los restos de la 1ª y 2ª Flota Aérea una unidad especial de ataque, la Fuerza Aérea Combinada, bajo el mando de Fukudome y con Onishi como su Jefe de Estado Mayor. Obviamente, este éxito también hizo que el número de voluntarios para ingresar en los grupos Kamikaze creciera y el ataque suicida se adoptó tanto por el alto mando de la Flota Combinada como por el Ejército.

A pesar de los éxitos conseguidos durante la guerra, los ataques Kamikazes resultaron mucho menos eficaces de lo que esperaban los japoneses, principalmente porque al padecer el piloto suicida no se extraían experiencias útiles para siguientes ataques y, por tanto, los errores tácticos efectuados en la aproximación no sólo no podían ser corregidos, sino que la experiencia tampoco podía ser de utilidad para otros pilotos ni para que los mandos pudieran plantearse de la conveniencia de modificar los métodos adoptados. Otro fallo radicaba en el hecho de querer atacar buques de guerra. Éstas eran naves muy resistentes y, además, fuertemente defendidos por su propia artillería antiaérea, por lo que, aún superados esas temibles barreras antiaéreas, el impacto de su aparato era escasamente efectivo.

Los daños causados por un Kamikaze dependían, además del punto y ángulo de incidencia, del tamaño y características de la bomba transportada y de la masa y velocidad del avión. A esto se deben añadir los incendios causados por el combustible del propio avión y las posibles explosiones del material bélico del buque blanco. Cuando alcanzaban un buque no blindado, la bomba e incluso el motor del avión podía traspasar el casco o las cubiertas y causar daños muy graves. En el caso de los portaaviones, eran peligrosísimos los incendios y las explosiones de los combustibles y bombas de sus propios aviones. En cambio, no debe resultar extraño que los kamikazes fueran relativamente poco peligrosos para buques de guerras blindados y fuertemente defendidos.

También existía un importante problema de identificación. A lo largo de la guerra se puso de manifiesto la facilidad en confundir tipos de barcos de guerra. Por ello, no es extraño que, en sus ansias por sacrificarse por el emperador, los kamikazes se emplearan pródigamente contra destructores que eran los primeros barcos enemigos relativamente grandes que veían. En cambio, los cargueros fueron menos atacados y eso que su destrucción era lo que más podía contribuir a la paralización de la ofensiva de los marines.



En definitiva, en los diez meses en que operaron los grupos kamikaze no consiguieron hundir ningún acorazado, portaaviones de escuadra o crucero a pesar del sacrificio de miles de hombres y máquinas.

Sin embargo, el mero hecho de que estos hombres sacrificaran su vida, hizo que los kamikaze destacaran en la historia militar. Obviamente a estos hombres les movía el fanatismo alimentado por una propaganda militarista, aunque también influyeron sentimientos tales como vengar a sus compañeros caídos, defender al emperador o tratar de garantizar que su muerte tuviera alguna utilidad militar. Pero, sobre todo, les movía los principios derivados de la tradición japonesa de los samurái por la que el mayor honor de un soldado era morir por el emperador y en el que la rendición no se aceptaba.











[1] En recuerdo del “Viento Divino”, el Kamikaze, tempestad que, casi milagrosamente, salvó a Japón de una gran derrota frente a la flota del emperador mongol Kubilai Khan en 1281, dispersando y destruyendo los barcos con los que se disponía a invadir su territorio.





FUENTE:



ENCISO, IGNACIO: "El cuerpo de ataque especial kamikaze" en Historia 16, Historia Viva, Madrid, 1999, Nº 283, PP. 56-66.

4 comentarios:

  1. Genial entrada!! mu interesante!!
    Y de la IIGM!! :P

    Comentarte que los kamikaze no eran los unicos suicidas, el ejercito japones tambien disponia de Torpedos Kaiten tripulados por suicidas...
    El fin justifica los medios...

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  2. Sobre todo si es por el bien de la Nación!!!!!

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  3. Nunca he entendido los fanatismos... aunque se disfracen de honor...

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  4. Los fanatismos no son buenos y eso se ha visto a lo largo de la historia, el fanatismo ciega e impide ver la realidad, y aunque como tu dices sea por honor, verdaderamente es necesario prescindir de la vida de un hombre por el honor o la victoria? En fin ese es un debate que lleva abierto el mismo tiempo desde que el hombre es hombre.

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