A pesar de todo, Ralegh no fue tonto dejó allí en Guayana a dos ingleses que en parte actuaban como rehenes de los indígenas pero que por otra parte estaban aprendiendo todo lo necesario para la conquista, así aprendieron la lengua de los indígenas y buscaron minas de oro para financiar la conquista. Sin embargo, uno fue capturado por los españoles y el otro fue escondido por los indígenas, vivió con ellos 20 años hasta el punto de que apenas se acordaba de su lengua materna. Es por ello que Ralegh trató de organizar nuevas expediciones a Guayana. Fue ayudado por Cecil quien le financió dos barcos que partieron a las órdenes de Laurence Keymis en enero de 1596. Cuando llegó a Caroní se dio cuenta que los dos ingleses se había ido por lo que sufrió una gran decepción, aunque sus esperanzas volvieron cuando encontró a un indígena que le explicó de donde procedía el oro dando por cierto la existencia del El Dorado. Todo ello se lo envió en un informe a Ralegh. Sin embargo, éste se hallaba inmerso en las campañas contra España en el famoso ataque de 1596 y en la fracasa expedición contra el Amazonas en 1598. Pero desde 1597 a 1603 logró ser restablecido como consejero y confidente de la anciana reina Isabel, ocupó cargos públicos y se vio envueltos en empresas coloniales con Virgina.
A pesar de todo no logró consolidar su futuro y la muerte de la reina le pilló por sorpresa. Sus enemigos intrigaban en sus espaldas. Todo lo de Ralegh repugnaba al nuevo rey inglés Jacobo VI. En julio de 1603 fue llevado de nuevo a la Torre acusado de Traición. El veredicto fue: culpable. El rey no quería ejecutar al que se había convertido en un héroe nacional por lo que estuvo detenido doce años en dicha Torre y allí escribió la primera parte de su obra Historia del Mundo. Y aunque languidecía en prisión nunca abandonó su idea de conquistar Guayana. Sus enemigos se burlaron de las fantasías que había escrito en su anterior libro y se concentró en las Minas de oro de Keymis.
En 1616 fue liberado por un fiador y sólo para preparar su aventura por el Orinoco. Recibió su patente prometiendo que no infringiría daño a los súbditos del rey de España. Cabe decir que Ralegh ya tenia 60 años, estaba canoso, encorvado por la edad y el reúma, jadeante y caminaba con la ayuda de un bastón. Pero tenía un gran entusiasmo. Vendió muchas de sus posesiones para financiar el viaje. En noviembre de 1617 llega Guayana con una gran acogida por parte de los indios. En diciembre de 1617 ancló en el Orinoco y de allí se dirigieron a Iconuri donde supuestamente el cacique Putjima dijo que estaban las Minas de oro. La expedición sufrió muchas dificultades y además se incumplió la promesa cuando el joven Walter Ralegh asaltó una ciudad española: Santo Tomé. En dicho asalto, el joven Ralegh perdió la vida. Ralegh no supo sobreponerse del fracaso de la expedición. En una carta enviada a su mujer, mostraba una profunda tristeza y dejaba constancia de que sabía que ya los españoles sabían de la ruptura de la promesa. A pesar de todo, siguió buscando una mina de oro en las proximidades del Orinoco. Sin embargo, todos sus hombres desertaron.
Cuando llegó a Plymouth en 1618 fue recibido a gritos de: ¡Pirata! y se dio orden de su detención. Se fingió enfermo con el fin de conseguir la clemencia del rey. Preparó una huida a Francia motivado por la información que le dieron dos franceses que le dijeron que en Francia sería bien recibido. Sin embargo, fue traicionado por un personaje que formaba parte de su séquito y que pasó a la historia con el nombre de "Sir Judas". Ralegh entró de nuevo en la Torre de Londres. Preparó una ardua defensa. Ante la duda de qué hacer con él se decidió que se presentara antes un comité de seis miembros encabezado por Sir Francis Bacon. Sin embargo, sumando las culpas anteriores -traición- con las presentes, su vida estaba colgado de un hilo y todo el mundo lo consideraba culpable, principalmente Bacon que pensaba que debía morir. Su ejecución se preparó para el 29 de octubre de 1618, pasó su última noche en la casa del guardián frente a Westminster Hall. Dejó una nota donde negaba todas las acusaciones. Se dice que dijo que moría feliz porque "esperaba convencer al mundo de que moría siendo inocente", ciertamente parecía que moría para satisfacer a España. La entereza de Ralegh en el patíbulo le hizo acreedor de gran "honor y reputación ante los hombres".
En su ejecución, dio un discurso de 45 minutos donde insistía en su inocencia. Abrazó a sus amigos, cogió el hacha, probó el filo, y considerándola suficientemente afilada para su fin dijo: "Esto es lo que curará todas las penas". Pidió al verdugo que golperara cuando levantara la mano. "Y entonces no temas" dijo "sino acierta...". Después de haber estado sobre el tronco hizo la señal acordada y al no advertirla el verdugo, se dirigió hacia él en voz alta preguntando por qué no golpebaba. "Golpea, hombre" dijo. Y así con dos hachazos fue liberado de su dolor.
Fuente:
Hemming, John: En busca de El Dorado, ediciones del Serbal, Barcelona, 1983. Capítulo 10.
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