Las sirenas, entendidas como nereidas y no como la mitología griega la describía, también fueron un mito que estuvo presente en el continente americano. El 9 de enero de 1493, Colón recogía lo siguiente en su famoso "Diario de a bordo":
“El día pasado, cuando el Almirante iba al Rio de Oro, dijo que vido tres sirenas que salieron bien alto del mar, pero no eran tan hermosas como las pintan, que en alguna manera tenían forma de hombre en la cara. Dijo que otras veces vido algunas en Guinea en la costa de Manegueta” .
Sin embargo, no siempre era oro todo lo que relucía y es posible que Colón no viera a verdaderas sirenas sino a los manatíes, peces que morfológicamente tenían cierto parecido con el ser humano y que luego fueron recogidos por cronistas como López de Gomara como peces y no sirenas.
A pesar de todo, las historias de sirenas no dejaron de circular y los cronistas no dudaban en incluir estas historias en sus obras. Fernández de Oviedo recogía los testimonios de marinos que afirmaban haber visto sirenas, como el de Alonso de Santa Cruz. Así como las historias de otros dos marino que contaron cómo paseando por la playa se encontraron con estos seres los cuales salieron espantados al ver los perros que los conquistadores llevaban, e incluso cuentan cómo mataron a uno con palazos.
Otro autor que también se hizo eco de la presencia de sirenas en el Nuevo Mundo fue Pedro Mártir de Anglería. Aunque este último se mostró bastante escéptico a la hora de creer en esas fantasías.
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