25 de enero de 2011

El Coleccionismo Medieval

El interés por lo maravilloso motivó a reyes y a congregaciones religiosas a coleccionarlas. La posesión y el control de las maravillas naturales representaba la riqueza y el poder que su propietario tenía. Asimismo, la rareza de los objetos reflejaba la rareza del propietario en el sentido de nobleza e inteligencia.

Las colecciones medievales funcionaban como verdaderos repositorios de riqueza y poder, tanto mágico como simbólico. Éstas se situaban en lugares donde eran expuestas para servir como divertimento a sus propietarios.




Eran colecciones verdaderamente hetereogéneas pues en ellas no sólo se encontraban joyas. Sino también objetos maravillosos y exóticos como cuernos de unicornios o huevos de avestruz. Estos objetos procedían de reinos maravillosos, fundamentalmente de Asia y eran objetos raros, caros y con propiedades maravillosas. Eran objetos valorados no por razones filosóficas o cognitivas sino por su valor monetario. Suponían un verdadero repositorio de capital económico y espiritual.



Las colecciones medievales eran reservas de poder, no sólo en sentido simbólico sino también literal pues existía la creencia de que algunos objetos eran fuentes de poder, por ejemplo, se pensaba firmemente que el cuerno de unicornio era un antídoto infalible de venenos. Según las teoría de la época estos poderes mágicos tenían un origen natural. Asimismo, este poder no sólo era simbólico o mágico sino que tenía también una dimensión moral y religioso, pues los objetos contenidos en las colecciones servían también como objetos de meditación. Sin embargo, a pesar de su poder espiritual, no todo el mundo podía acceder a ellos. Principalmente, los clérigos de órdenes religiosas ricas y poseedores de colecciones eran los que tenían un mayor acceso a ellos, sin embargo, no dudaban en permitir el acceso de príncipes, prelados, nobles u otros benefactores de abadías. Sólo en festivales especiales, los tesoros eran exhibidos a la multitud. Sin embargo, estas exhibiciones públicas eran muy raras primero por el interés de conservación y segunda para preservar su rareza y su novedad, no hay que olvidad que eran estas cualidades la que atraían a la gente.





A partir de los siglos XIV y XV se aumentó y se diversificó el número y tipo de coleccionistas. No sólo los reyes y las ricas congregaciones religiosas se dedicaban al coleccionismo, sino que ellos se sumó la nobleza y miembros de la élite urbana -sobre todo en Italia, recuérdese a los Médicis-. Sin embargo, éstos no sólo coleccionaban reliquias sino también antigüedades, trabajos de artistas contemporáneos a ellos y objetos puramente naturales, objetos valorados porque sí y no por tener elementos preciosos o mágicos poderes, como por ejemplo corales o cáscaras de coco. Y es que ser propietario de objetos raros e inusuales servía para reforzar las jerarquías sociales, políticas y religiosas, eran objetos que simbolizaban el poder y la riqueza del dueño pues eran raros y caros, asimismo el poseerlos suponía el controlar su poder, así como disfrutar de una cierta intelectualidad, no todo el mundo sabía identificar una maravilla natural, y no todo el mundo sabía apreciarla o interpretarla.

No sólo las maravillas naturales era de interés sino también los objetos artificiales, aunque, en ocasiones, el límite entre ambas sea difuso. También es posible que se hallen ambas en una misma pieza. Las maravillas artificiales procedían igualmente de África o de Asia, lugares también fértiles en inventos humanos, de hecho se pensaba que Stonehenge había sido adquirido por un gigante de una cantera en África y posteriormente erigido en Irlanda, pero que el mago Merlín lo había traslado a Inglaterra.

Estas maravillas artificiales se componían, en general, de elementos mágico y exóticos y su elaboración requería de un conocimiento profundo de los poderes naturales. Era un trabajo similar el del joyero. Asimismo estar maravillas artificiales no eran objetos de uso cotidiano, sino que era un objetor relacionados con una élite social y militar bien para el entretenimiento, bien para un intento explícito de civilización.

Por tanto, estas colecciones eran realmente importantes. Los príncipes y reyes las usaban como representación de su poder y riqueza tanto a sus rivales como a sus aliados, asimismo, las usaban para impresionar a visitantes extranjeros ya fueran amigos o potenciales enemigios. Mirabilia equivalía a la liquidez y representaba la riqueza del príncipe.

Imágenes:

- Huevo de Avestruz.

- Catedral del Sevilla

Fuente:

Daston, L; Park, K: Wonders and the Order of Natura, 1150- 1750. Cap. 2.

1 comentario:

  1. Curiosos observar como los precedentes del "anticuariado" hunden sus raíces en época medieval. Una idea más que habla de continuismo frente a esa concepción "rupturista" entre las distintas épocas histórica que hoy se encuentra tan transnochada.

    Un saludo!!

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