La Edad Media heredó, entre otras muchas cosas, de la Antigüedad Clásica un interés casi obsesivo por lo maravilloso. El concepto "maravilloso", tanto en la Edad Media como en la Antigüedad, es tan amplio que, en ocasiones, produce la sensación de ser una lista incoherente de cosas donde se incluyen plantas, minerales, animales, eventos históricos (como la muerte de Julio César), lugares exóticos, etc. que se extraían de multitud de fuentes: obras clásicas, Biblia, tradición oral, leyendas celtas o germánicas, etc. Obviamente, una de las principales características de lo maravilloso era su rareza. Algo maravilloso debía ser raro, es decir, debía salirse del curso normal de la vida, ya que si era algo frecuente perdía toda su esencia. Lo maravilloso era algo nuevo, inesperado, desconocido; un fenómeno raro, increíble porque se desconocía, podía ser algo común pero que desconcertaba (como el imán), algo inexplicable. Esto, en cierta manera, era algo muy relativo porque lo que era desconcertante e inexplicable para uno, podía ser totalmente conocido para otro.
Aparte de su rareza, lo maravilloso se caracterizaba por ser localizable en un lugar concreto. Podía estar situado en un continente concreto, o en un lugar topográfico determinado como una cueva o lago. Generalmente, los autores lo localizaban en los márgenes del mundo conocido, lugares que, por su novedad y variedad, eran propicios para producir maravillas. De ahí que los autores prefirieran lugares como Asia o África para hablar de maravillas.
El interés por lo maravilloso se iría incrementando durante toda la Edad Media por lo que que pronto surgirían enciclopedias, tratado topográficos, crónicas, etc. La mayoría de estas obras eran escritas por clérigos y en latín. Asimismo, a partir del siglo XIV, lo maravilloso fue haciendo acto de presencia en romances y, a partir del siglo XV, empiezan a traducirse los libros que estaban en latín en lengua vernácula, así como a escribirse directamente en ella. El interés fue tal que muchos libros cambiaron sus títulos para incluir la palabra "maravilla", así por ejemplo, la obra de Marco Polo que en su origen se llamaba Devisament dou Monde pasó a llamarse Liber Miliones de magnis mirabilibus mundi.
Obviamente, el hecho de que lo maravilloso llegara a Europa se debió a que, a partir del siglo XIII, muchos europeos empezaron a viajar a Asia. Éstos se dedicaron a escribir sus experiencias debido al gran apetito que había en Europa por leer cosas maravillosas. La verdad no podemos culparles por este interés, ya que era acercarse a un mundo desconocido desde la seguridad del hogar. Aún así, cabe decir que no todas las maravillas asiáticas eran vistas con buen ojo, había determinados aspectos que eran fuertemente rechazados como la idolatría o el canibalismo.
Pero ¿por qué ese interés por lo maravilloso? Algunos autores señales que tal interés se debió al miedo o a la ansiedad que tal producía en occidente. Esto no es totalmente cierto, pues si se había escrito tanto sobre las maravillas asiáticas se debió al interés por explorar y examinar los límites de la propia cultura. Lo maravilloso no era retratado como algo escandaloso o patológico, ni como un desafío a la moral europea, pues las maravillas asiáticas estaban tan lejos que no suponían peligro alguno, al contrario de lo que podía ocurrir con los judíos. Las maravillas de Asia eran aceptadas y vistas con benignidad precisamente por su lejanía. Sin embargo, a pesar de la seducción que se podía sentir por ellas, las maravillas nunca fueron vistas como una alternativa, el centro de la moral y el orden natural seguía estando en el oeste, es decir, en Europa.
A pesar de que la mayor parte de las obras fueran escritas por clérigos, ésta ofrecían un aspecto secular ya que tenían el objetivo de entretener, tanto dentro como fuera de los monasterios. Sin embargo, también hubo una segunda concepción de las maravillas: la de éstas como herramientas con fines religiosos. Muchos autores hicieron hincapié en mostrar lo maravilloso como una herramienta para dar lecciones de moralidad. En este sentido, cabría destacar la obra de San Agustín quien no dudaba en resaltar la omnipresencia de Dios en todos los aspectos de la naturaleza. En ocasiones, muchos autores tomaban listas de maravillas preexistentes para darles un sentido moral. Así bestiarios, herbolarios, etc. fueron comentados con el fin de añadir enseñanzas morales. En todas ellas se resaltaba la idea de San Agustín de que todo en la creación era maravilloso.
A la obra de San Agustín le siguieron enciclopedias realizadas en el siglo XIII realizadas por Thomas Cantimpré, Vincent de Beauvois, Bartholomeaus Anglicus. En ellas se incluían mensajes morales que servían para aquellos cuyo trabajo era transmitir el mensaje bíblico al resto del mundo. Éstas enciclopedias llegaron a tener un amplio círculo de lectores y, por ello, muchas de ellas fueron traducidas en lengua vernácula a lo largo del siglo XIV y XV, sobre todo, la de Thomas de Cantimpré y Bartholomeaus Anglicus.
Extraído de: Park, K. y Lorraine, D.: Wonder and the Order of Nature 1150-1750.
No hay comentarios:
Publicar un comentario