6 de julio de 2013

El coleccionismo de curiosidades americanas en el siglo XVIII

Ternera de dos cabezas. Imagen extraída de la obra de Juan Bautista Bru de Ramón: Colección de láminas que representan a los animales y monstruos de Real Gabinete de Historia Natural, 1784-1786.

Leí hace algunos meses, en la obra de Helen Cowie Conquerin Nature, que en el siglo XVIII la Historia Natural parece centrarse más en lo "normal" de la naturaleza que en lo extraordinario, pues al fin y al cabo lo extraordinario solo se daba en la naturaleza en contadas ocasiones y que sólo eso no servía para conocer la verdadera naturaleza. Que los naturalistas empiezan a dejar más las monstruosidades al campo de la medicina y que eso mismo se observaba en las colecciones de Histora Natural donde lo raro empezaba a ir desapareciendo. Incluso citaba a Jean Mieg -físico y químico del siglo XIX- y su obra Paseo por el Gabinete de Historia Natural (1818) donde a modo de diálogo con un púpilo, daba lecciones sobre los objetos que se hallaban en el gabinete y donde criticaba el interés por lo monstruoso o lo extraño, ya que para su opinión los objetos comunes mostraban mejor el poder de Dios que los que eran extraños. Asimismo advertía a su discípulo cómo el interes por lo raro habia acrecentado el pillaje:

"Es muy útil saber que también existen monstruos ficticios, que los comerciantes de curiosidades de historia natural saben fabricar con bastante perfección, ya con el axilio de hilo y aguja, ya con el de sus navajas y pinceles. Así es como cortan algunas veces la cola y las orejas a los monos, ratones u otros animales conocidos: además les arranca sus dientes y cambian sus colores; todo con el fin de poderlos vender por especies nuevas á los que desean estos objetos..." (Juan Pieg, Paseo por el Gabinete de Histora Natural, p. 101)

Sin dejar de ser cierto lo que dice Cowie, pues al fin y al cabo sí  que los gabinetes de historia natural se "naturalizaron" y se hicieron más "científicos", no por ello el interés por las curiosidades, y en concreto por las curiosidades americanas, desapareció en el siglo XVIII y es así como Paula De Vos lo explica en "The rare, the singulary and the extraordinary..." (ver referencia abajo".

Como bien explica Antonio Barrera-Osorio, el interés por las curiosidades americanas empiezó a mostrarse a partir de la segunda mitad del siglo XVI dando como resultado el surgimiento de nuevos jardines, museos, etc. Estas curiosidades motivaron el estudio de la naturaleza americana creándose, incluso, un grupo de profesionales que compartían un interés común como el grupo de coleccionistas de Sevilla formado por Simón Tovar, Argote de Molina o Nicolás Monarde. Sin duda alguna, estas colecciones sirvieron tanto para la investigación como para la propia proyección social de sus propietarios



Pollo de tres pies.  Imagen extraída de la obra de Juan Bautista Bru de Ramón: Colección de láminas que representan a los animales y monstruos de Real Gabinete de Historia Natural, 1784-1786.


En el siglo XVIII, pese a ese proceso de "naturalización" explicado por Helen Cowie, el interés por lo curioso sigue estando presente y así se observa en las órdenes que los monarcas envían a las administraciones gubernamentales americanas donde sí es cierto que los productos naturales "útiles" seguían siendo la prioridad, pero donde también había cabida por las curiosidades, con el fin de exhibirlas en tres instituciones vinculadas a tres monarcas: Biblioteca Real y Pública de Felipe V, Casa de la Geografia e Historia Natural de Fernando VI que daría lugar al Real Gabinete de Historia Natural de Carlos III (Como vemos en las ilustraciones, varios especímenes del Gabienete fueron ilustrados por Juan Bautista de Bru de Ramón que poseía el puesto de "Artista y Disecador" en el mismo).

Sin embargo, ¿Qué debemos entender por "curiosidad"? Si bien en la Edad Antigua y Medieval el concepto "curiosidad" o "curioso" tenía una fuerte connotación negativa, en el siglo XVI la "curiosidad" empieza a vincularse con el espíritu científico y la voracidad del conocimiento. La connotación negativa desaparece y aparecen las cámaras de curiosidades que representaban esa voracidad por conocer todo lo que había en el mundo. En el siglo XVIII, el coleccionar curiosidades se iba vinculando más con la vulgaridad aunque no dejaron de estar presente en las grandes colecciones. Pero sin duda alguna lo que daba a un objeto la cualidad o la consideración de ser "curioso" eran sus propiedades extraordinarias, que fuera un objeto único y raro, nunca visto, y de esos el continete americano podía proveer mucho.

La búsqueda de lo raro en el siglo XVIII, se inicia con una serie de llamadas u órdenes que Felipe V dio a través de un decreto en 1712 donde exigía el envió de libros (para su biblioteca) de América, China, Japón y zonas orientales, así como un cargamento de "cosas curiosas". Estas ordenes requieriendo especímenes para las colecciones, se fueron haciendo más comunes a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. La mayoría de las órdenes se centraban en lo que se consideraba "naturalia", por ejemplo una orden de 1752 exigía el envio de todo tipo de "minerales, producciones naturales y curiosidades" y una de 1796 exigía el envio de especímenes de los tres reinos, especialmente "raras piezas". 

Pronto estos objetos fueron llegando a Madrid. De los 335 cargamentos que llegaron sobre objetos naturales, 25 contenían curiosidades. Entre esas curiosidades podemos encontrar animales vivos -sobre todo animales muy vinculados con lo que seria la fauna americana tales como loros, aves del paraíso (http://animaliahispanica.blogspot.com.es/2012/11/jose-ramon-marcaida-el-ave-del-paraiso_2.html), iguanas, tortugas, caimanes, etc.- animales disecados -oso hormiguero, iguanas, escorpiones, etc.-, partes de animales -habría que destacar los huesos del perezoso-, minerales, objetos de etnografía y por último, y más interesante para mí, monstruos. El hecho de que se incluyeran monstruos en estos cargamentos parece contradecir no sólo lo dicho por Helen Cowie, sino también lo dicho por Lorraine Daston y Katherine Park sobre una "templanza" en le interés por lo monstruoso. No sólo es que se trajeran sino, que como vemos en las ilustraciones de Bru de Ramón, se llegaron a exhibir en el Gabinete. 

Según lo recogido por Paula De Vos fueron cuatro las monstruosidades incluidas en esos cargamentos: una mandíbula y unos dientes de un "monstruo terrórifico" de Nicaragua en 1782, un caballo hermafrodita de Cartagena en 1789, una vaca sin pelo de Veracruz en 1804 y un cerdo monstruoso de Bataan.


Bibliografía;

Barrera-Osorio, Antonio: Experiencing nature: the Spanish American empire and the early scientific revolution, University of Texas Press, 2006.

Cowie, Helen: Conquering nature in Spain and its empire, Manchester: Manchester University Press, 2011.

De Vos, Paula: "The rare, the singulary and the estraordinary..." en Bleichmar Daniela, De Vos Paula, et. Al.: Science in the Spanish and Portuguese empires, Standford University Press, 2009. 












No hay comentarios:

Publicar un comentario